lunes, 10 de marzo de 2008

El Papa celebra misa con jóvenes de los diferentes continentes.

25 años del Centro San Lorenzo, promotor de las Jornadas Mundiales de la Juventud
CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 9 marzo 2008, (
ZENIT.org).- Benedicto XVI celebró este domingo la misa junto a algo menos de doscientos jóvenes de diferentes continentes, colaboradores en las actividades del Centro Internacional Juvenil San Lorenzo del Vaticano, situado junto al Vaticano, que celebra sus 25 años de vida.

Este centro, que en su historia ha tenido un papel importante en la promoción de las Jornadas Mundiales de la Juventud, fue inaugurado por Juan Pablo II el 13 de marzo de 1983, como un lugar para que los jóvenes peregrinos que vienen a la Ciudad Eterna puedan tener oportunidades de encuentro con Cristo y con la Iglesia. En la homilía, Benedicto XVI dejó a un lado los papeles para ofrecer una meditación sobre el sentido de la vida y de la muerte a la luz del evangelio de la liturgia del domingo, la resurrección de Lázaro. El ser humano no es sólo vida biológica, aclaró, hablando en la pequeñita Iglesia románica de San Lorenzo in piscibus, del siglo XII, situada junto a la Vía de la Conciliación, llena hasta los topes. «A pesar de ser de este gran biocosmos, lo trasciende, porque ciertamente el hombre es siempre hombre con toda su dignidad, aunque esté en estado de coma, aunque sea un embrión, pero si sólo vive biológicamente no desarrolla y realiza todas las posibilidades de su ser, abriéndose a nuevas dimensiones», aclaró.La primera dimensión es ese conocimiento que en el hombre, a diferencia de los animales, se identifica con una «sed de infinito», continuó Benedicto XVI. Todos queremos «beber de la misma fuente de la vida» y para hacerlo confiamos en «la segunda dimensión de la naturaleza humana», el amor. «El hombre no es sólo un ser que conoce, sino que vive en relación de amistad y de amor. Además de la dimensión del conocimiento y de la verdad existe, de manera inseparable, la dimensión de la relación. Aquí se acerca más a la fuente de la vida, de la que quiere beber para tener vida en abundancia, la misma vida», dijo.La ciencia, siguió aclarando, y la medicina en particular, son una gran lucha por la vida, pero no pueden satisfacer la necesidad de eternidad que es propia del hombre. Ni siquiera en el caso de que se descubriera «la píldora de la inmortalidad».
«Imaginemos qué sucedería con una vida biológica inmortal del hombre: un mundo envejecido, un mundo que no dejaría espacio a los jóvenes, a la juventud, a esta novedad de vida. Por tanto, éste no puede ser ese tipo de inmortalidad que todos deseamos». La única medicina de la inmortalidad, concluyó, es la Eucaristía y la certeza de ser amados por Dios. Para ilustrar este mensaje puso el ejemplo de las personas que durante la guerra tuvieron que luchar en el frente de Rusia. Muchos de ellos, recordó, aseguraron que sobrevivieron porque sabían que alguien les amaba y les estaba esperando en su tierra. Y Dios nos espera siempre, aseguró. Algunos de los cantos de la liturgia entonados por los jóvenes procedían de la comunidad ecuménica de Taizé, y de hecho entre los presentes se encontraba el prior, el hermano Alois.
El Papa agradeció en particular el que este centro esté animado gracias a la participación de jóvenes de diferentes movimientos y comunidades y mencionó en especial a la Comunidad del Emmanuel «que desde hace veinte años coordina con grande fidelidad diferentes iniciativas».La misa del Papa ha dado inicio a una serie de celebraciones de este aniversario del centro de los jóvenes en el Vaticano que concluirán el próximo Domingo de Ramos, Jornada Mundial de la Juventud en las diócesis del mundo. Por Jesús Colina

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