lunes, 8 de septiembre de 2008

8 de septiembre día de la Vida Consagrada

La Vida Consagrada nació por el impulso creador del Espíritu , suscitando en los fundadores una admirable variedad de carismas. Carismas que se prolongan y profundizan a través del tiempo en todos aquellos que han ido siguiendo sus pasos.
Nuestra Hermana Teresa de Lisieux nos da una demostración al escoger: “En el corazón de mi Madre la Iglesia yo seré el amor......Y lo seré todo...” (Historia de un alma Ms.B)

Todos los carismas, todas las vocaciones las siente vivas en sus entrañas. Es extremadamente “ambiciosa”. Y desde la contemplación se lanza en una actividad dinámica, no solo a “remar mar adentro...” sino a navegar a velas desplegadas, lanzada con la fuerza del Espíritu, por los inmensos mares de la fe, de la esperanza y de la caridad... y no satisfecha con esto, se remonta a las alturas sobre las plumas de su “Águila”¡Qué alas...! y, “le dio a la caza alcance”
(S. Juan de la Cruz. Poesías)

¿Qué significado tiene la Vida Consagrada?

La radicalidad de la consagración religiosa, es en sí misma, un anuncio y una denuncia profética.
A semejanza de Jesús, tiene como sentido hacerse don: diseñar de modo creíble el rostro de Dios, que nos ama y que se nos ofrece gratuitamente.

El bautismo, como don, es gracia, es una acción divina, es la consagración fundamental cristiana y por consiguiente la base de la Vida Consagrada.
Ésta es pues una forma específica y original de vida cristiana, es como una nueva llamada a la santidad. De entre los muchos caminos o llamadas a la santidad está el de la Vida Consagrada, en la cual los hombres y mujeres al profesar los Consejos Evangélicos de, castidad, pobreza y obediencia, y fundados en la Palabra del Señor:”Ven y sígueme”, deciden entregarse a Dios totalmente para dar un testimonio de amor, a Dios con su entrega total al servicio de la Iglesia y a los Hermanos. Amor perfecto que rebasa la frontera de las leyes y nos adentra en la experiencia radical de la abnegación evangélica, instrumento y signo de ese mismo amor, así llegamos a ser en la Iglesia signo vivo de las más sublimes exigencias del Evangelio.

El seguidor de Jesús ha de ir tras sus mismos pasos. La abnegación evangélica debe ir en esta línea.
San Juan de la Cruz nos lo recuerda frecuentemente:
“Seguir a tu Hijo Jesús, y hacerse semejante a él en vida, condiciones y virtudes y en la forma de desnudez y pureza de Espíritu.” (Pról....)

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