viernes, 11 de mayo de 2012

Lecturas del Domingo VI de Pascua. (13 de Mayo 2012)


Hechos 10,25-26.34-35.44-48: El don del Espíritu se ha derramado también sobre los gentiles
Salmo responsorial: 97: El Señor revela a las naciones su salvación.
1Juan 4,7-10: Dios es amor
Juan 15,9-17: Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos

-"Esto les mando: que se amen". Con estas precisas y preciosas palabras termina el evangelio de este domingo. Con esas mismas palabras se despidió Jesús de sus discípulos durante la última cena, momentos antes de subir a la cruz para resucitar. La solemnidad del momento en que nos dio Jesús su mandamiento de amarnos, demuestra bien a las claras que es su última voluntad, la misión que nos encomienda con urgencia y con todas las prioridades. Por eso insiste una y otra vez, como para que no pase inadvertido ni sea relegado a segundo plano.

Para mayor abundamiento, el mismo evangelista, que nos ha transmitido ese mandamiento de Jesús, hace suya la orden del Maestro en la segunda lectura y nos insta a que nos amemos los unos a los otros, ya que el amor es de Dios.
-"Que se amen los unos a los otros como yo los he amado". El amor que Jesús nos encomienda no es una simple corriente de simpatía. No se trata sólo ni precisamente de mirar a todo el mundo con una sonrisa en la boca o prodigando buenas palabras a diestro y siniestro.
Tampoco se trata de la caridad, con minúscula y caricaturesca, a que frecuentemente reducimos el mandamiento de Jesús. El evangelio no da pie para que evaluemos el amor en donativos de caridad, en limosnas, en desprendimiento de lo que nos sobra y vamos a tirar.
El amor que Jesús nos manda es simplemente el amor. Un amor afectivo y de amistad, de compañerismo, fraternal. Pero un amor también efectivo y operativo. Es el amor que arraiga en el corazón y produce sentimientos de aceptación, de respeto y estima, al tiempo que da frutos de justicia, de solidaridad y de fraternidad entre todos los hombres. Porque lo que Jesús nos propone es que nos amemos los unos a los otros como él nos ha amado. ¿Que cómo nos ha amado Jesús?
-"Nadie tiene mayor amor que el que da la vida". Ese es el límite del amor cristiano, a él debemos tender y aspirar, no podemos conformarnos con un amor menor, no seríamos buenos seguidores de Jesús. Jesús ha puesto tan alta la cota, para que no caigamos en lo que tantas veces caemos, en las ridículas prácticas de tantas caridades vergonzantes. Jesús pudo poner bien alta la mira, porque él mismo estaba a punto de hacer lo que nos mandaba hacer.
Al día siguiente de darnos el mandamiento del amor, moría en la cruz víctima del amor a los hermanos. Así quedaba patente el modo del amor de Dios, manifestado en su Hijo. Así quedaba meridianamente claro el modo del amor cristiano.
Y si el récord del amor cristiano está en dar la vida, parece claro que no será mucho exigirnos el dar todo lo que vale mucho menos que la vida, como es nuestro tiempo, nuestro trabajo, nuestra dedicación, nuestras cosas, nuestro dinero.
-"Si guardan mi mandamiento, permanecerán en mi amor". Somos cristianos, amamos a Cristo, si y sólo si amamos al prójimo como Dios nos ama en su Hijo Jesucristo. Ahí podría estar, si la hay, la diferencia entre el amor cristiano y todas las formas del altruismo, en ese "como Dios nos ama". Esa medida, única capaz de acreditar nuestra fe, ha sido frecuentemente rebajada por los seguidores de Jesús. La historia de la Iglesia está salpicada de luces y sombras en este sentido. Pero hay luces suficientes para que pueda ser tenida como maestra. Durante toda su larga historia ha estado siempre pendiente de las necesidades y de los sufrimientos de los hombres: los pobres, las viudas, los huérfanos, los enfermos, los abandonados, los moribundos, los perseguidos han sido acogidos en la Iglesia. El calendario de los santos es un inmenso listado de hermosas obras del amor cristiano. Y ese listado aún no se ha cerrado. Muchas de las miserias del hombre se van resolviendo en la creciente acción social de los Estados. Pero ninguna política social puede alcanzar todas las miserias de todos los hombres ni podrá dar respuesta a todos los sufrimientos humanos. Por eso queda siempre un espacio abierto al amor de los creyentes y a la solidaridad de todos.
-"Permanezcan en mi amor". Permanecer en el amor a Dios es permanecer en el mandamiento de Jesús, o sea, en el amor al prójimo. Hoy precisamente la Iglesia, haciéndose eco del mandamiento de Jesús, nos insta a volcar nuestro amor en nuevas situaciones de sufrimiento y de dolor de los hombres, como es el caso de ciertos enfermos abandonados, desasistidos y rechazados a causa de su enfermedad. "Si las comunidades cristianas quieren ser fieles a la persona y al mensaje de Jesús, han de atender a los enfermos más desasistidos y necesitados con la misma solicitud con que él lo hizo... Jesús no pasó de largo ante los enfermos, el sector más desamparado y despreciado en la sociedad de su tiempo. Se acercó a ellos, se conmovió ante su situación, les dedicó una atención preferente, buscó el contacto humano con ellos, por encima, de las normas que lo prohibían, y les libró de la soledad y abandono en que se encontraban, reintegrándolos a la comunidad".
Así como Jesús amó a los hombres, a los enfermos y necesitados, así es como debemos amar. Recordemos su mandamiento. Practiquémoslo.

Para la revisión de vida
El amor cristiano no es tanto un sentimiento del corazón como una actitud de vida ante el prójimo, sea amigo o enemigo. ¿Cómo muestro yo mi amor a Dios y al prójimo, con sentimentalismos o, como Él nos dice, cumpliendo su voluntad?; ¿vivo mi fe como un «asunto del corazón» o como un asunto de mi vida entera?; ¿recuerdo y vivo aquello de «obras son amores y no buenas razones»?

(Fuente: lecturadeldia.com)

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