jueves, 13 de abril de 2017

Jueves Santo con mirada Carmelita


Todo Jueves Santo es día cargado de presencia de Dios, sólo falta que cada uno de nosotros sea capaz de detenerse para abrir todos los sentidos a esa presencia de Dios que lo colma y toca todo. Nuestro santo padre San Juan de la Cruz, nos precede en la reflexión, sus lecciones han preparado al alma para vivir desde Dios el “encuentro”


¿Qué hace que el Jueves Santo sea Carmelita?
Sólo el espíritu con que se vive, desde un corazón contemplativo, sediento de un Dios que se hace el encontradizo, se hace buscar por el alma hiriéndola de amor de manera que se hace irresistible. Con corazón sanjuanista seríamos almas disparadas en busca del Amado, contemplando en todo lo que ve el toque delicado de Dios que en esos mensajeros nos deja el recado que Él es mucho más grande,
sorprendente, indescriptible que esa belleza que nos da noticias suyas: un pan caliente en la mesa, una flor, un atardecer, el abrazo del reencuentro, una Cena y lugar preparados para el momento fraterno, el aroma del vino añejo que se ha guardado cuidadosamente para el momento, todo, todo habla, todo grita para el corazón contemplativo diciendo “SOY PRESENCIA”

Éste es un Jueves Santo de fiesta, de intimidad, de aromas, de fraternidad y presencias que invaden el corazón invitándolo a “vivir el momento” a dejar lugar a los protagonistas: La Palabra, los gestos, las miradas, a última voluntad, la despedida…

Y ahí, en medio de tanta abundancia, una Voluntad, la del Padre, como guardaespaldas del Hijo que lo tiñe todo de su ser.


Celebremos la Última Cena, dejemos al Señor hablar, y que el corazón cautivado por  esas palabras que lo han empujado al discipulado decida cómo vivir un nuevo Jueves Santo.

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