“Cristo es mío y todo para mí” (San Juan de la Cruz,
Oración de alma enamorada).
Juan venía como testigo, para dar testimonio de la luz,
para que por él todos vinieran a la fe.
Escuchamos más a gusto a los testigos que a los que enseñan.
Juan da testimonio, se coloca como un signo en medio de las gentes. ¡Qué
dignidad tan grande la de ser testigos de Dios! ¡Qué alegría vivir la vida como
signo de Dios! La oración de mirada nos enseña a ser signos de Dios, a reflejar
su ternura y su bondad. “¡Oh grandeza de Dios! ¡Y cómo mostráis vuestro
poder en dar osadía a una hormiga!... Como nunca nos determinamos, sino llenos
de temores y prudencias humanas, así, Dios mío, no obráis Vos vuestras
maravillas y grandezas. ¿Quién más amigo de dar, si tuviese a quién?”
(F 2,7).
¿Tú quién eres? Él confesó sin reservas: ‘Yo no soy el
Mesías’.
“El propio conocimiento es el pan con que todos los manjares
se han de comer” (V 13,15). La alegría nace de la verdad. “¡Bienaventurada alma
que la trae el Señor a entender verdades!” (V 21,1). Juan no es el Mesías, pero
Jesús sí es para Juan. Jesús es para todos. “Mi Amado es para mí y yo soy para
mi Amado” (P 3), canta Teresa. Somos de Jesús. “Es alma suya. Es Él que la
tiene ya a cargo, y así le luce” (V 21,10). “Acuérdense de sus palabras
y miren lo que ha hecho conmigo, que primero me cansé de ofenderle, que Su
Majestad de perdonarme. Nunca se cansa de dar ni se pueden agotar sus
misericordias; no nos cansemos nosotros de recibir” (V 19,15).
Yo soy la voz que grita en el desierto: ‘Allanad el
camino del Señor’.
Juan es unavoz, solo dice lo que la Palabra dice. Para
Teresa de Jesús también es vital “no engañar en las cosas de Dios” (F pro 3).
Cuando se pregunta “¿qué tales habremos ser?” (C 4,1) responde proponiendo
pistas de luz: “Andar en verdad… caminar con alegría y libertad… amar mucho y
un ánimo animoso para ir hacia adelante pase lo que pase (cf C 4,4.21,2). Esta
es nuestra tarea en el Adviento: Ser voz de Jesús, voz de los que no tienen
voz, voz que denuncia los caminos torcidos que dejan sin sitio a los más
pobres, voz enamorada. ¿Hay vocación más bella para el ser humano? "¡Oh
Señor! Si me dieras estado para decir a voces esto!” (V 21,2).
En medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que
viene detrás de mí, que existía antes que yo.
Juan no se cansa de hablar de Jesús. Cuando uno ama a Jesús,
nunca se cansa de hablar de Él. “Yo nunca me cansaría de hablar de
él; él es la luz, la verdad, más aún, el camino, la verdad y la vida; él es el
pan y la fuente de agua viva, que satisface nuestra hambre y nuestra sed…
¡Jesucristo! Recordadlo: él es el objeto perenne de nuestra predicación;
nuestro anhelo es que su nombre resuene hasta los confines de la tierra y por
los siglos de los siglos” (Beato Pablo VI). Tampoco Teresa se cansa de hablar
de Jesús, lo tiene en el corazón, de él habla su boca. “De hablar u oír de Él
nunca me cansaba” (V 8,12). “¿De dónde me vinieron a mi todos bienes sino de
Vos?” (V 22.4). Oramos: Ponte ante Cristo. Acostúmbrate a enamorarte de su
humanidad. Tráele siempre contigo. Habla con Él. Pídele por tus necesidades.
Alégrate con Él en tus alegrías. No hables con Él oraciones compuestas, sino
palabras que te salgan del corazón... Quédate a solas con Él. Ámale. (cf V
12,2. 19,2).“¡Oh Jesús y Señor mío! ¡Qué nos vale aquí vuestro amor!” (V
14,2).
(Fuente: Maranatha, Ven, Señor, Jesús CIPE –
diciembre 2014)
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