jueves, 4 de noviembre de 2010

Dos sacerdotes gemelos celebran sus bodas de oro


PARANÁ, martes 2 de noviembre de 2010 (ZENIT.org).- El próximo 18 de diciembre, en Paraná, Argentina, ocurrirá un hecho digno del libro Guinnes: dos hermanos gemelos, los sacerdotes César y Raúl Molaro, celebrarán juntos sus bodas de oro sacerdotales. Las celebraciones tienen como lema “Cien años de sacerdocio, salvadores con Jesús”.
La entrevista a los padres Molaro, de la archidiócesis de Paraná (Entre Ríos, Argentina), la propuso a ZENIT Leandro Bonnin, antes de la clausura del Año Sacerdotal. Sin embargo sólo ahora ha podido c
ompletar el trabajo, mientras hierven los preparativos de este contecimiento. Por su gran interés testimonial, reproducimos íntegra la entrevista. Bonnin, el autor, fue ordenado sacerdote en 2005. Es vicario parroquial de San Francisco de Borja, en Paraná, Entre Ríos, Argentina.
--Llama la atención que dos hermanos gemelos sintieran la misma vocación sacerdotal, estudiaran en el Seminario y, llegaran a celebrar el mismo día sus 50 años de ministerio. ¿Podrían contarnos como surge en cada uno de ustedes la vocación a la vida sacerdotal?
--P. Raúl: El llamado del Señor, me vino a mí, siendo aún niño, una tarde que estaba con mi hermana en el mes de María, en la Capilla del Colegio Don Bosco de Paraná. Sentí como una moción interior, una invitación del Señor y de la Santísima. Virgen a ser sacerdote.
Creo que también influyó mucho el testimonio de amor y de entrega del padre José Müller, sacerdote salesiano alemán que se desvivía por los chicos del Oratorio Salesiano. Un testimonio de sacerdote abnegado, entregado, generoso y siempre alegre. Él luego se fue de misionero al Chaco Paraguayo, donde pasó muchas privaciones y sufrimientos.
Él nunca me dijo nada sobre la vocación, pero descubrí en él un verdadero sacerdote. Más adelante, perteneciendo al grupo de niños de la Acción Católica del glorioso centro Pentecostés, del Seminario viejo, al finalizar quinto grado, pude entrar en el Seminario de Paraná, gracias a la ayuda del padre Marcos Kémerer y el padre Ángel Armelín.
--P. César: Cuando íbamos al Oratorio Don Bosco, los salesianos querían llevarnos a su seminario. En 1947, estuvimos en la Acción Católica del Seminario Viejo, y a fin de año, el padre Marcos Kemerer nos preguntó si queríamos entrar al Seminario. Así fue como entramos en marzo de 1948. A fin de año, en vacaciones, el rector del Seminario, monseñor Herminio Bidal decía: “Se portaron bien, yo pensaba que iban a dar trabajo…”.
--¿Qué importancia tuvo su familia en el proceso de discernimiento vocacional y en la vida de fidelidad al ministerio?
--P. Raúl: Nuestros padres, gente sencilla y humilde de zona rural, formaron un hogar cristiano. Éramos nueve hermanos. Dos hermanitas nuestras fallecieron antes de nacer nosotros, con sólo unos meses de vida, allá por 1930 y 1933. Mis padres sufrieron mucho y eso les decidió a ir a vivir a Paraná. Después, ya ordenados sacerdotes, supimos que mi madre, en medio de su dolor por la muerte de sus hijas, dijo: “Si Dios me da hijos varones los consagraré para que sean sacerdotes”. En Paraná, la vida no les fue fácil, pasaron muchas privaciones y sufrimientos, pero llevaron adelante su hogar. Con mis hermanos estamos muy unidos y nos apoyamos mutuamente. Durante los años de estudio en el Seminario tuvimos la visita frecuente de mi madre y hermanas. Tengo la certeza de que la familia es muy importante en la vida del sacerdote. Hay una raíz que sostiene el árbol de la vida.
--P. César: Yo creo que mi familia tuvo una gran importancia. Mi padre tenía un tío sacerdote salesiano y una prima religiosa. Mi madre había sido educada en el Colegio de Hermanas de Villa Urquiza. A pesar de la promesa que hizo antes de que naciéramos, a nuestra madre le costó mucho que nos fuéramos al Seminario. Y antes de tener sotana, desde el primer año de Filosofía, todas las vacaciones nos decía: “quédense”.
El día de la ordenación, ella lloró de emoción durante toda la ceremonia, y luego se sentía feliz y orgullosa de sus hijos sacerdotes. Yo pensé siempre cómo nos ayudaron las oraciones y el apoyo de nuestros padres y hermanos en la fidelidad al ministerio sacerdotal. Siempre pienso que la familia es fundamental para la fidelidad y la perseverancia en el ministerio.
--¿Qué es para ustedes ser sacerdote?
--P. Raúl: Ser sacerdote es descubrir el amor y el llamado de Jesús a seguirlo y trabajar con Él para que los hermanos lo conozcan y lo amen. Es tratar de vivir una identificación con Jesús Sacerdote y Pastor al servicio de la Iglesia. “Salvadores con Jesús” decía, como lema, la estampa de recuerdo de Ordenación cincuenta años atrás. Con todas las fallas y deficiencias ha sido como el ideal de mi vida de sacerdote.
--P. César: Ser sacerdote es una gracia, un llamado de Dios. Es una participación del sacerdocio de Jesucristo, y por eso el sacerdote puede obrar en persona de Cristo cabeza, ya que se da una consagración especial y una configuración más profunda con Cristo sacerdote.
Jesús ha realizado la obra de la salvación por medio de su triple función de Sacerdote, Profeta y Rey. En el ministerio sacerdotal se participa de esta triple función: anunciar la palabra de Dios; santificar por medio de los sacramentos, sobre todo la celebración de la Santa Misa que es el centro y culmen de la vida cristiana; y asegurar a todos la unión en el Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, como pastores de la comunidad. O sea, hacer las veces de Jesús, ser salvadores con Jesús.
--En sus primeros años de ministerio les tocó vivir la aplicación de la reforma del Concilio Vaticano II, con todos los cambios litúrgicos, pastorales y disciplinares que implicaba, y con las luces y sombras en que se desarrolló. ¿Cómo vivieron esa etapa y que reflexión podrían dejarnos?
--P. Raúl: Durante el Concilio, podía seguir y enterarse uno de su marcha gracias a L´Osservatore Romano. Descubría una Iglesia que se abría a la acción del Espíritu Santo, que se renovaba, que se abría al querer de Dios para estos tiempos. Esto traía gran alegría y entusiasmo: ¡la Iglesia vive!
Y todo ello gracias a los grandes papas Juan XXIII y Pablo VI, a quien le tocó ... (Click en el título para seguir leyendo)

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