Oh Jesús, Rey y Señor de la Iglesia: renuevo en tu presencia
mi adhesión incondicional a tu Vicario en la tierra, el Papa. En él tú has
querido mostrarnos el camino seguro y cierto que debemos seguir en medio de la
desorientación, la inquietud y el desasosiego. Creo firmemente que por medio de
él tú nos gobiernas, enseñas y santificas, y bajo su cayado formamos la
verdadera Iglesia: una, santa, católica y apostólica. Concédeme la gracia de
amar, vivir y propagar como hijo fiel sus enseñanzas. Cuida su vida, ilumina su
inteligencia, fortalece su espíritu, defiéndelo de las calumnias y de la
maldad. Aplaca los vientos erosivos de la infidelidad y la desobediencia, y
concédenos que, en torno a él, tu Iglesia se conserve unida, firme en el creer
y en el obrar, y sea así el instrumento de tu redención. Así sea.
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