Amar al prójimo trae la alegría al corazón |
Es la víspera de su ejecución. Jesús está
celebrando la última cena con los suyos. Acaba de lavar los pies a sus
discípulos. Judas ha tomado ya su trágica decisión, y después de tomar el
último bocado de manos de Jesús, se ha marchado a hacer su trabajo. Jesús dice
en voz alta lo que todos están sintiendo: "Hijos míos, me queda ya poco de
estar con vosotros".
Les habla con ternura. Quiere que
queden grabados en su corazón sus últimos gestos y palabras: "Os doy un
mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos
también entre vosotros. La señal por la que os conocerán todos que sois mis
discípulos será que os amáis unos a otros". Este es el testamento de
Jesús.
Jesús habla de un "mandamiento
nuevo". ¿Dónde está la novedad? La consigna de amar al prójimo
está ya
presente en la tradición bíblica. También filósofos diversos hablan de
filantropía y de amor a todo ser humano. La novedad está en la forma de amar
propia de Jesús: "amaos como yo os he amado". Así se irá difundiendo
a través de sus seguidores su estilo de amar.
Lo primero que los discípulos han
experimentado es que Jesús los ha amado como a amigos: "No os llamo
siervos... a vosotros os he llamado amigos". En la Iglesia nos hemos de
querer sencillamente como amigos y amigas. Y entre amigos se cuida la igualdad,
la cercanía y el apoyo mutuo. Nadie está por encima de nadie. Ningún amigo es
señor de sus amigos.
Por eso, Jesús corta de raíz las
ambiciones de sus discípulos cuando los ve discutiendo por ser los primeros. La
búsqueda de protagonismos interesados rompe la amistad y la comunión. Jesús les
recuerda su estilo: "no he venido a ser servido sino a servir". Entre
amigos nadie se ha de imponer. Todos han de estar dispuestos a servir y
colaborar.
Esta amistad vivida por los seguidores
de Jesús no genera una comunidad cerrada. Al contrario, el clima cordial y
amable que se vive entre ellos los dispone a acoger a quienes necesitan acogida
y amistad. Jesús les ha enseñado a comer con pecadores y gentes excluidas y
despreciadas. Les ha reñido por apartar a los niños. En la comunidad de Jesús
no estorban los pequeños sino los grandes.
Un día, el mismo Jesús que señaló a
Pedro como "Roca" para construir su Iglesia, llamó a los Doce, puso a
un niño en medio de ellos, lo estrechó entre sus brazos y les dijo: "El
que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí". En la Iglesia
querida por Jesús, los más pequeños, frágiles y vulnerables han de estar en el
centro de la atención y los cuidados de todos.
José Antonio Pagola
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