Transitaba poco alegre por la vida
cuando centré en ti una mirada,
fue tu cruz que de a poco me invitaba
a traer hacia mi mente mi alegría.
Rechazando mis sentidos que gemían
pidiendo a gritos una mente que escuchara:
los latidos en mi pecho se ausentaba,
mil preguntas en mí mente aparecía.
Volviendo a mi hogar triste y vencida
por los duros momentos que pasaba,
no entendía lo que en mi mente estaba
y tu rostro otra vez aparecía.
Fue ese día que en mi cuarto yo escribía
unos versos que brotaban desde el alma,
no encontraba sentido a tal poesía
pero sí descubría allí la calma.
Mil preguntas volaron por mi mente
esperando como un niño la llegada
de aquella voz que responda a la suerte
el sentido a la respuesta que esperaba.
No entendía aquello que pasaba
la inquietud por dentro me consumía,
poco a poco la respuesta que anhelaba
la encontraba en ese Cristo que sufría.
De repente algo en mí cambió mi suerte
y comprendí todo aquello que sentía:
la voz del alma que a la hora de su muerte
comenzaba a vivir la nueva vida.
Como nunca caminaba en la esperanza
sin temor y con fuerza respondía:
Un SI grande que marcaba mi confianza
en los pasos de Aquel a quien seguía.
De repente la llamada que sentía
se hacía carne en mi corazón latente,
tu voz cálida con dulzura me atraía
como una hoja en las aguas de un torrente.
Era el Amado que se hizo en mí presente
para pedirme con respeto mi alegría,
sorprendida por el toque de tal suerte
me entregué a su Camino y su Vida.
Verónica A.
Verónica A.
(postulante Carmelita Misionera)
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