Vamos a ser acompañados por profetas en este tiempo de Adviento. Lo decíamos el domingo pasado al hilo del Evangelio: que hay en nosotros esa intuición inequívoca de nuestro corazón que nos reclama respuestas a preguntas que de verdad nadie puede responder. El primero en acompañarnos es el profeta Isaías que nos recuerda esa intuición casi como una provocación: va a nacer algo nuevo, que florecerá como un tronco de lo mejor de las raíces de nuestro Pueblo. Para redondear esta visión ansiosamente anhelada, dibujará un cuadro "naïf": el lobo y el cordero, el leopardo y la cría del león, pastarán juntos y los cuidará un chaval; la vaca y el oso se harán mutua compañía, el león y el buey compartirán su comida, el niño de pecho jugará con el áspid y hasta meterá su mano en el escondrijo de la víbora. Efectivamente, comprendemos este lenguaje cuando vamos sustituyendo estos nombres y situaciones por los correspondientes a nuestro mundo. Isaías fue un primer precursor.
Otro profeta acompañante, en los tiempos mesiánicos ya, será Juan el Bautista, que junto con María la Madre del Señor, forma esa tríada de voces que nos llaman, nos enseñan a vivir cada Adviento acontecido. El Bautista hablará de aquél mismo Enviado anunciado por Isaías: sólo que ese Mesías estaba ya entre ellos. "Convertíos, porque el reino de los cielos está cerca". Este nuevo profeta la emprendía con los fariseos y saduceos que veía en torno suyo, increpándoles que ... (Click en el titulo para seguir leyendo)
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