2 Cr 36,14-16.19-23: La ira y la
misericordia del Señor se manifiestan
Salmo 136: Que se me pegue
la lengua al paladar, si no me acuerdo de ti
Ef 2,4-10: Estando muertos
por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo
Jn 3,14-21: Dios mandó a su
Hijo al mundo para que el mundo se salve por él (a Nicodemo)
En
la primera lectura, el Cronista se limita casi exclusivamente al juicio
teológico sobre los hechos. Ante todo constata que el pueblo, empezando por sus
jefes, no solamente no dio oídos a los repetidos llamamientos de los profetas,
que invitaban a la conversión, sino que se burlaron de ellos, hasta el punto de
provocar la ira de Dios, y ya no hubo remedio. Estos repetidos llamamientos
hacen pensar sobre todo en Jeremías. Los setenta años de destierro serán una
buena ocasión para descansar y restituir al Señor el tiempo que le habían
negado. La Biblia hebrea termina con el segundo libro de las Crónicas. Por eso,
el autor sagrado ha querido reproducir aquí el decreto de Ciro sobre la
restauración posexílica, con el fin de que las últimas palabras de la Biblia
fueran no una gota trágica, sino una puerta abierta a la esperanza.
Jn
3,14-21 corresponde a la respuesta que Jesús da a Nicodemo cuando pregunta
«¿cómo puede ser eso?», refiriéndose al nuevo nacimiento en el Espíritu. Es
también la segunda y última parte del diálogo de Jesús con este “jefe” de los
fariseos de Jerusalén.
Nicodemo,
cuyo nombre significa “el que vence al pueblo”, aparece varias veces en el
evangelio de Juan (3,1-21; 7,50-52; 19,39). No es un cualquiera. Por su
filiación religiosa es un fariseo, es decir, un rígido observante de la Ley,
considerada como la expresión suprema e indiscutible de la voluntad de Dios
para el ser humano. Es el primer rasgo que señala Juan antes del nombre mismo.
Nicodemo se define como hombre de la Ley antes que por su misma persona. Juan
añade otra precisión sobre el personaje: en la sociedad judía es un “jefe”
título que se le aplica particularmente a los miembros del Gran Consejo o
Sanedrín, órgano de gobierno de la nación (11,47). En éste, el grupo de los
letrados fariseos era el más influyente y dominaba por el miedo a los demás
miembros del Consejo (12,42).
Nicodemo
habla en plural (3,2: sabemos). Es, pues, una figura representativa. La escena
va a describir, por tanto, un diálogo de Jesús con representantes del poder y
de la Ley. Nicodemo llama a Jesús “Rabbí” (3,2) término usado comúnmente para
los letrados o doctores de la Ley que mostraban al pueblo el camino de Dios.
Así es como este fariseo adicto ferviente de la Ley, ve a Jesús. Es extraño,
porque hasta el momento, Jesús no ha dado pie para semejante interpretación de
su persona. En realidad, Nicodemo está proyectando sobre Jesús la idea farisea
de Mesías-maestro, avalado por Dios para interpretar la Ley e instaurar el
reinado de Dios enseñando al pueblo la perfecta observancia de la Ley de
Moisés. Lejos de comprender el cambio radical que propone Jesús. Para los
fariseos en la Ley está el porvenir de Israel, para Jesús, el nacimiento en el
Espíritu abre el reino de Dios al porvenir humano. El ser humano no puede obtener
plenitud y vida por la observancia de una Ley, sino por la capacidad de amar
que completa su ser. Sólo con personas dispuestas a entregarse hasta el fin
puede construirse la sociedad verdaderamente justa humana y humanizadora. La
Ley no elimina las raíces de la injusticia. Por eso, una sociedad basada sobre
la Ley, no sobre el amor, nunca deja de ser opresora, codiciosa e injusta.
La
segunda parte del diálogo de Jesús con Nicodemo se centra en el que “bajó del
cielo” sin dejar de ser “del cielo” “para que todo el que crea tenga vida
eterna”. La reflexión de Jesús resalta la relación que hay entre creer y vivir
en las obras de la vida eterna, es decir, en el reino de Dios. “Bajar del
cielo” y ser “levantado” es un asunto de amor de Dios.. Veamos los énfasis
teológicos propuestos por el discurso:
Frente
a la centralidad farisaica de la Ley, el evangelio de Juan propone la dinámica
liberadora de la fe en Jesús “levantado” (crucificado), como la serpiente que
Moisés levantó en el desierto. Creer es la respuesta al inmenso amor de Dios.
Es la reciprocidad del amor. Creer no es un concepto o una doctrina, es un acto
de amor por el que adviene el reino de Dios. El juicio sobre la humanidad tiene
como criterio la fe como acto de amor recíproco. Nuevamente llegamos a la
insistencia de Juan. Una humanidad justa y feliz sólo es posible sobre el amor,
no sobre la Ley. Ésta es la fe que proclama Juan.
Pablo,
después de agradecer el don de la fe (Ef 1,3-14), contrasta y contrapone dos
tiempos: el de la muerte y el de la resurrección. El tiempo de la muerte (Ef 2,1-3)
corresponde a “delitos y pecados” según el “proceder de este mundo” bajo la
dominación de Satanás. Es tiempo de esclavitud e infrahumanidad. De ese tiempo
Dios rescata tanto a judíos como a gentiles, por ser “rico en misericordia”,
vivificándolos “juntamente con Cristo”, por su resurrección. Sólo la gracia
mediante el don de la fe puede “explicar” tal sobreabundancia de amor divino.
El tiempo de la resurrección es tiempo de “nueva creación” en Cristo Jesús, lo
que se expresa en las “buenas obras” practicadas por quienes han sido
vivificadas y vivificados. No es de extrañar que la “medida” de las buenas
obras sea como la medida de Dios: el amor. El tiempo de la resurrección es el
tiempo de afirmación de la vida en el amor. Para la fe cristiana, la muerte (la
esclavitud) no tiene la última palabra. Vivir a plenitud como nuevas criaturas
el tiempo de la resurrección es el llamado que Pablo hace a lo largo de esta
carta a la iglesia nacida entre la gentilidad.
Para la revisión de vida
-
Nicodemo se acercó a Jesús. Le movía la curiosidad, el deseo de escuchar una
palabra especial, la revelación de algún oscuro secreto. ¿Por qué quiero yo
acercarme a Jesús? Pero antes, ¿quiero yo acercarme a Jesús? ¿Deseo encontrarme
con él?
Nicodemo
espera la llegada de la noche para buscar a Jesús. Era evidente su miedo a ser
visto y delatado a esos judíos que por conveniencia no aceptaban al galileo.
¿Tenemos también el mismo miedo a que se nos descubra como seguidores de Jesús
en sentido real y concreto, como luchadores por la justicia y la verdad?
(Fuente: lecturadeldia.com)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
DEJANOS TU COMENTARIO