Cada 29 de diciembre recordamos el nacimiento de nuestro
querido padre fundador Francisco Palau y Quer. Hacer memoria de la vida, es
tener una mirada agradecida al Dios de la Vida por hacernos partícipes de su “proyecto
salvador”, Francisco es un eslabón más en la gran cadena de esta Historia de
Amor de Dios hacia los hombres y mujeres creados a su imagen y semejanza.
Recordemos los inicios de la vida de Francisco así:
Frente a la vega del Segre y como reclinada sobre la falda
de una colina, una pequeña villa catalana se asoma al paisaje de viñas y
olivares. Es Aytona, en la provincia de Lérida. Y, en ella, la luz abre los
ojos del pequeño Francisco Palau y Quer el 29 de diciembre de 1811.
Es el séptimo de los nueve hijos que José Palau y María
Antonia Quer trajeron al mundo.
Pobres y honrados sus padres. Pobre y honrado su hogar, de
sencillas tradiciones religiosas.
La niñez de Francisco no presenta trazos extraordinarios ni
sucesos llamativos. Nada del otro
mundo, salvo algunos tempranos brotes de
piedad fruto de la honda y cristiana raigambre familiar.
Niño entre niños que juegan y enredan, pero que sabe ser
reflexivo y serio en los momentos que exigen seriedad y reflexión: el rosario
en familia o el canto coral en las funciones parroquiales. Compañero amable y
solícito amigo de los más pobres. ( Hna Soledad Anaya, cm)
“Reflexivo”, este es el calificativo con el que deseamos quedarnos
en este día para ver una relectura de su propia vida que hace Francisco en uno
de sus escritos. Era reflexivo, capaz de hacer lectura de su vida, pero con
mirada teologal. La vida le fue descubriendo que su misión era específica, y que
su corazón, era la sede del “amor de Dios” y que lo empujaba a sus rumbos.
“Dios al criar mi corazón, sopló en él, y su soplo fue una ley que me impuso y esa ley que dice ¡amarás! . Mi corazón fue fabricado por la mano de Dios para amar y ser amado, y sólo vive de amor.
Mi corazón desarrolló su pasión ya desde niño: yo amaba con pasión y esta pasión era mi tormento y mi pena. Yo no tenía de ti, Amada mía, Iglesia, la más remota noticia, no te conocía, no sabía existieras ni que fuera posible relacionarme contigo…pasé mi niñez sin conocerte…” (MR 22, 13)
REFLEXIONEMOS
1- Cuando recordamos agradecidos el día de nuestro nacimiento ¿podemos percibir la estela del amor de Dios que nos trajo al mundo para ser felices y hacer felices a los demás?
1- Cuando recordamos agradecidos el día de nuestro nacimiento ¿podemos percibir la estela del amor de Dios que nos trajo al mundo para ser felices y hacer felices a los demás?
2- ¿Somos capaces de tomar en nuestras manos nuestro corazón
y descubrirlo como “creado por la mismísima mano de Dios”, para “amar”? ¿Amar
qué?
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