La Exhortación apostólica impresiona por su amplitud y articulación. Esta se subdivide en nueva capítulos y más de 300 párrafos. Se abre con siete párrafos introductivos que ponen en plena luz la conciencia de la complejidad del tema y la profundización que requiere. Se afirma que las intervenciones de los Padres en el Sínodo han compuesto un “precioso poliedro” que debe ser preservado. En este sentido, el Papa escribe que “no todas las discusiones doctrinales, morales o pastorales deben ser resueltas con intervenciones del magisterio”. Por lo tanto para algunas cuestiones “en cada país o región se deben buscar soluciones más inculturadas, atentas a la tradiciones y a los desafíos locales. De hecho,“las culturas son muy diversas entre sí y todo principio general (…) tiene necesidad de ser inculturado, si quiere ser observado y aplicado”. Este principio de inculturación resulta verdaderamente importante incluso en el modo de plantear y comprender los problemas que, más allá de las cuestiones dogmáticas bien definidas del Magisterio de la Iglesia, no puede ser “globalizado”.
Pero sobre todo el Papa afirma inmediatamente y con
claridad que es necesario salir de la estéril contraposición entre la ansiedad
de cambio y la aplicación pura y simple de normas abstractas. Escribe: “los
debates que se dan en los medios de comunicación, en las publicaciones y aún
entre ministros de la Iglesia, van desde un deseo desenfrenado de cambiar todo
sin suficiente reflexión o fundamentación, hasta la actitud de pretender resolver
todo aplicando normativas generales o extrayendo conclusiones excesivas de
algunas reflexiones teológicas”.
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