miércoles, 12 de noviembre de 2008

Ficha 6: Las Carmelitas Misioneras en Argentina: Primer viaje misionero a América

En esta ficha queremos compartir con Vos este acontecimiento tan significativo para las Carmelitas Misioneras; estamos a las puertas de celebrar 100 años de la llegada al Continente, entrando por Argentina. Te invitamos a leer estas pinceladas de los primeros pasos fundacionales en nuestro País. Si querés consultar más acercáte a nuestras comunidades y que te presten los libros de la nuestra Historia.


El salto del atlántico. Argentina primicia de América. Cf. Carmelitas Misioneras. Historia. Tomo II. Cap. VII, Pág.479 y ss.


A los cincuenta años de existencia las Carmelitas Misioneras rompían amarras para lanzarse a nuevas aventuras evangelizadoras. El salto del Atlántico significaba un paso cualitativo de trascendental importancia de cara al futuro. Las responsables se enfrentaban a una decisión histórica. Por su incidencia en el futuro debe considerarse el acontecimiento más determinante de estos primeros años del siglo XX.


Pinceladas de una aventura misionera:

No se trataba de una fundación más, a la que podían destinarse muchas hermanas sin correr riesgos especiales. La selección para un caso tan excepcional hubo de ser muy cuidada. El Consejo general buscó, sin duda, personal de plena garantía. Al frente de la expedición al Nuevo Mundo está la hermana Ursula Monastirol; su permanencia en Argentina fue breve, pero correspondió a los años heroicos de los comienzos. Antes de regresar a España, elegida superiora general en 1918, dejaba bien cimentado el Instituto en tierras argentinas. Si la obra se llevó a cabo, sin especiales contratiempos, se debió a la talla humana y religiosa de las hermanas que colaboraron con ella desde el primer momento. Todas las que viajaron en 1910 estaban bien preparadas para la tarea que se les encomendaba. Se trataba de hermanas experimentadas en la vida religiosa y profesional. Todas ellas ofrecían las mejores garantías y en ellas se confiaba plenamente.

Cada una de las fundadoras que viaja a argentina, vivía en una comunidad diferente. Fueron convocadas a la Casa Madre con la suficiente antelación para preparar el ánimo y sus papeles de embarque. Cuenta la crónica: “Reunidas todas en la Casa Madre, y propuesto que les hubo la Reverendísima Madre General el motivo de su llamado, todas con entereza varonil y con ánimo de apóstol, contestaron a la vez que estaban dispuestas a cumplir la voluntad de Dios en cosa que podían darle tanta gloria ganándole infinidad de almas, añadiendo que, aunque les costase dar la vida, lo harían gustosas por amor de Dios y bien del prójimo”

Cuando todo estuvo a punto – pasaportes, equipaje, pasaje y demás – se preparó en la Casa Madre la despedida que el caso reclamaba. No se había pensado hasta entonces otra ocasión comparable. Se inauguraban escenas que se repetirían con frecuencia en años sucesivos. No hubo necesidad de grandes planes. En tales circunstancias tiene mayor efectividad la improvisación que cualquier preparativo minuciosamente cuidado. Es la hora del sentimiento, no de la razón. Basta para comprobarlo el relato de la crónica. Narra así la jornada del 4 de agosto de 1910, fecha fijada para la despedida y para la salida de Barcelona con rumbo a la Argentina.


Leamos la crónica:

“Se procuraron, pues, los pasaportes y el 4 de agosto, después de dejar nuestra familia, para volver a encontrarla a bordo y darle el último adiós de despedida, nos dirigimos al coro (de la Casa Madre) para despedirnos de Nstra. Madre la Virgen del Carmen con el tierno canto de la “Salve Regina”, que era interrumpido por los sollozos de unas y otras. Terminado el canto, salimos fuera donde nos despedimos todas con el abrazo fraterno. Nstra. Rvma. Madre no se cansaba de recomendarnos a la caridad mutua y la del prójimo, y de una manera particular a la que el cielo destinaba para madre del nuevo apostolado, Ursula Monastirol. Y con las mismas palabras con que Jesús desde la cruz nos recomendara a la Santísima Virgen María, ella las repetía varias veces diciendo: “Madre, ahí tiene a sus hijas”, y llorando todas tiernamente emocionadas sonó la hora de partir”.


Esa hora correspondía a la primera de la tarde de un día bochornoso. El desfile desde la Casa Madre hasta el puerto duró poco tiempo. La ley de las prisas no tuvo excepción en aquellos momentos finales. A la hora fijada en la agenda de ruta hacía su aparición en el muelle, siempre bullicioso y ajetreado en días de correo, el nutrido grupo de Terciarias Carmelitas. Con las seis expedicionarias llegaban muchas otras de la Casa Madre para acompañarles y darles el último adiós… “A las 3,30 (de la tarde) llegamos al puerto, donde encontramos a muchos de nuestros familiares, que allí estaban para darnos quizás el último adiós, y el “León XIII” de la Compañía Trasatlántica, que por espacio de 21 días debía servirnos de monasterio y santuario del Señor a través del Océano. Nuestras familias lloraban inconsolables y no menos nuestra ancianita y buena Madre General y demás hermanas”.


Como siempre en esos trances los minutos fueron a la vez instantes fugaces y momentos eternos, según la medida contradictoria de los sentimientos. La sencillez pintoresca de la narración recuerda así los últimos instantes de la despedida: “Unos golpecitos de campanilla anunciaban la hora de levantar anclas y de que la comitiva debía bajar a tierra mientras nosotras subíamos a cubierta; sonó luego la sirena sin que ni unas ni otras pudiéramos contener las lágrimas, hicimos nosotras la señal de la cruz mientras uno de los Padres Carmelitas que nos despedían nos daba la santa bendición. Nos encomendamos sin cesar a nuestra querida Madre la Virgen del Carmen y a San Rafael, y el vapor, sin perder ya momento, iba separándose lentamente hasta privarnos de ver tierra después de apenas distinguir el continuo agitar de los pañuelos”.


Así comenzaba esta historia en el atlántico de las seis Carmelitas que se lanzaban a la gloriosa aventura de llevar su mensaje y su testimonio evangélico y Palautiano a tierras de América.


…Después de tantos días de cabalgar sobre las olas y de soñar con la llegada a tierra firme las últimas horas de viaje se hacían interminables. La llegada a Buenos Aires se producía a las 12 de la noche del día 24 de agosto. Comenzaba la gran aventura de inaugurar la presencia del Carmelo Misionero en América, concretamente en Argentina. El privilegio le tocaba a Villa Mercedes (Provincia de San Luis). Allí llegaban las seis animosas fundadoras el día 26 de agosto de 1910 a las 5,30 de la mañana. Amanecía el día, alboreaba un porvenir cargado de sorpresas.


Vamos al taller del “Maestro”…


*Después de leer estas pinceladas de la llegada de las Carmelitas Misioneras a Argentina, señala lo más significativo para Vos y escribí por qué te ha impactado.

*Si conocés alguna comunidad de Carmelitas Misioneras, y sino preguntá dónde estamos presentes en Argentina y escribe un mensaje compartiendo tus sentimientos frente a este acontecimiento del centenario.

*Si te nombran responsable de una misión, ¿cómo la prepararías?; ánimo, te invito a elaborar un proyecto misionero con todos sus pasos.



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