martes, 31 de marzo de 2009

Mensaje papal para la Jornada de Oración por las Vocaciones (hacé clic en título para seguir leyendo)

Algunos extractos del documento son los siguientes:

"Resuena constantemente en la Iglesia la exhortación de Jesús a sus discípulos: "Rogad al dueño de la mies, que envíe obreros a su mies". ¡Rogad! La apremiante invitación del Señor subraya cómo la oración por las vocaciones ha de ser ininterrumpida y confiada".

"La vocación al sacerdocio y a la vida consagrada constituye un especial don divino, que se sitúa en el amplio proyecto de amor y de salvación que Dios tiene para cada ser humano y para toda la humanidad".

"En la llamada universal a la santidad destaca la peculiar iniciativa de Dios, que escoge a algunos para que sigan más de cerca a su Hijo Jesucristo, y sean sus ministros y testigos privilegiados. Respondiendo a la llamada del Señor y dóciles a la acción del Espíritu Santo, una gran multitud de presbíteros y de personas consagradas, a lo largo de los siglos, se ha entregado completamente en la Iglesia al servicio del Evangelio. Damos gracias al Señor porque también hoy sigue llamando a obreros para su viña".

"Aunque es verdad que en algunas regiones de la tierra se registra una escasez preocupante de presbíteros, y que dificultades y obstáculos acompañan el camino de la Iglesia, nos sostiene la certeza inquebrantable de que el Señor, que libremente escoge e invita a su seguimiento a personas de todas las culturas y de todas las edades, según los designios inescrutables de su amor misericordioso, la guía firmemente por los senderos del tiempo hacia el cumplimiento definitivo del Reino".

"Nuestro primer deber ha de ser por tanto mantener viva, con oración incesante, esa invocación de la iniciativa divina en las familias y en las parroquias, en los movimientos y en las asociaciones comprometidas en el apostolado, en las comunidades religiosas y en todas las estructuras de la vida diocesana".

"Por parte de cuantos han recibido la llamada, se requiere una escucha atenta y un prudente discernimiento, una adhesión generosa y dócil al designio divino, una profundización seria en lo que es propio de la vocación sacerdotal y religiosa para corresponder a ella de manera responsable y convencida".

"En la Eucaristía, don perfecto que realiza el proyecto de amor para la redención del mundo, Jesús se inmola libremente para la salvación de la humanidad. Los presbíteros están destinados a perpetuar ese misterio salvífico a lo largo de los siglos. En la celebración eucarística es el mismo Cristo el que actúa en quienes Él ha escogido como ministros suyos; los sostiene para que su respuesta se desarrolle en una dimensión de confianza y de gratitud que despeje todos los temores, también cuando es más fuerte la experiencia de la propia flaqueza, o se hace más duro el contexto de incomprensión o incluso de persecución".

"Creer en el Señor y aceptar su don, comporta fiarse de Él con agradecimiento, adhiriéndose a su proyecto salvífico. Actuando así, "la persona llamada" lo abandona todo gustosamente y acude a la escuela del divino Maestro; comienza entonces un fecundo diálogo entre Dios y el ser humano, un misterioso encuentro entre el amor del Señor que llama y la libertad del ser humano que le responde en el amor"....

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