Me llamo Aldana, soy argentina, de la ciudad de Bahia Blanca y recientemente obtuve la licenciatura en Física. Este año gané una beca para hacer un doctorado en Italia. En el lapso de tiempo que tenía casi libre hasta venir hacia este lado del mundo, decidí participar, más activamente, en alguna misión. Llegué a Villa Soldati, en la ciudad de Buenos Aires, por esas casualidades tan propias de Dios.
Mi primera experiencia fue un domingo de julio en el Hogar de Cristo "San Expedito". No tenía idea con qué me iba a encontrar. Nunca había escuchado acerca de ese tipo de lugares y pensé que sería algo así como un hogar de ancianos. Grande fue mi sorpresa cuando, al llegar, nos recibió un grupo de caritas curiosas asomadas desde el balcón del edificio. Algunas con un deje de desconfianza, otras ya acostumbradas a “los misioneros de los domingos”.
En un primer momento de flaqueza me atacó una avalancha de pensamientos cargados de prejuicios. Me tomó unos 15 minutos ver que la presencia del Jesús vivo tiene una intensidad enorme ahí, es casi respirable. Él está en cada risa, en cada juego, en cada mirada de complicidad en el truco, en cada testimonio compartido. Es una grata sensación escuchar de parte de los chicos del Hogar, que las pocas horas que podemos compartir son un motivo de mucha alegría para ellos.
Pero mi historia en Soldati no termina ahí. La Hermana Cata, CM me abrió las puertas al barrio entero. Este último mes la acompañé en sus tareas en la secretaría de la Parroquia Virgen Inmaculada, la cual de a ratos, es un hervidero de personas con mil y una situaciones diferentes. Cata es un poco abogada, consejera, psicóloga, administrativa y finalmente secretaria.
En esos ratos de acompañante y más tarde en las recorridas por los estrechos pasillos y calles, pude ver la necesidad de la gente del barrio en lo material. Necesidad que para nada se ve reflejada en el plano espiritual. Encontré una fe en el Señor y una admiración y confianza por nuestra Madre, increíblemente grande. Como dice Cata: "en Soldati Dios está en cada rinconcito".
Me resultó muy gracioso que a la media hora de llegar a Soldati, Cata me haya conseguido una misión, a pesar de que yo no iba con esa idea. Fue para mí, extremadamente satisfactorio, poder aportar mi pequeño granito de arena ayudando a Abril con sus últimas materias para terminar el secundario. Todavía estoy impactada por la gratitud de Claudia y de Abril hacia una tarea que para mí es tan sencilla e imperfecta, gratitud que se vio reflejada en los exquisitos almuerzos, dignos de una corte real. Soldati me hizo entender que la pobreza material poco tiene que ver con la pobreza espiritual. En ese rincón del mundo se respiran el Amor y la Misericordia divinos. Guardo cada experiencia en el corazón y las llevo a donde el Señor me guíe.
Rezo por cada una de las personas que conocí durante esta corta misión. Que Jesús los siga acompañando en el camino, que María no quite sus sagrados ojos de ellos y los cubra eternamente con su cálido manto. Aldana Holzmann Airasca.
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