domingo, 5 de abril de 2009

PREPARANDO LAS CELEBRACIONES DE SEMANA SANTA (Hacé clic aquí para encontrar recursos)





Cuando hablamos de Semana Santa, solemos referirnos a la semana completa, entre los dos domingos solemnes, el de Ramos y el de Pascua. Así parece entenderlo también la letra de los libros litúrgicos. Nuestro pueblo reduce muchas veces la Semana Santa sólo a los días que el calendario tiñe de rojo.

Pero sería bueno precisar que los libros litúrgicos distinguen en la Semana Santa dos bloques que, al menos desde el punto de vista pastoral, deberían tenerse en cuenta.

1.- Los primeros días, de domingo a jueves, son días que pertenecen a la Cuaresma y, por tanto, participan de su sentido y es necesario vivirlos y celebrarlos en el marco cuaresmal.

2.- La tarde del Jueves Santo, con la celebración de la Misa Vespertina de la Cena del Señor, la Iglesia inicia la celebración del Triduo Pascual, en el que se conmemoran los grandes misterios de la Redención. Tendrá su culmen en la Vigilia Pascual y concluirá litúrgicamente en el rezo de las Vísperas del día de la Santa Pascua .

Este período de tiempo se denomina justamente el Triduo del Crucificado, Sepultado y Resucitado; se llama también Triduo Pascual o Triduo Sacro, porque con su celebración se hace presente y se realiza el Misterio de la Pascua, es decir, del tránsito del Señor de este mundo al Padre. En esta celebración del Misterio, por medio de los signos litúrgicos y sacramentales, la Iglesia se une íntimamente con Cristo, su Esposo .

Subrayemos dos observaciones que pueden tener una incidencia en la comprensión del contenido y en la forma celebrativa de la Semana Santa.

La primera: se debe asentar muy bien la diferencia entre los primeros días, que pertenecen a la Cuaresma, y la celebración litúrgica del Triduo Sacro. En la práctica pastoral de nuestras comunidades cristianas deberían intensificarse más los contenidos cuaresmales durante los primeros días, de lunes a jueves; y buscar que los días del Triduo Pascual sean real culmen de las celebraciones sacramentales de nuestra fe. Porque la preeminencia que tiene el domingo en la semana, la tiene la fiesta de la Pascua en el Año Litúrgico .

La segunda: vivir como comunidad cristiana el aspecto sacramental y eficaz de estas fiestas; es decir, estos días deben ser una real oportunidad de encontrarnos con la redención del Señor y experimentar sus efectos en nuestra vida. Estamos habituados a celebrar aniversarios de acontecimientos pasados, y por eso corremos el riesgo de reducir estas celebraciones a un aniversario más, a un recuerdo frío de aquellos hechos con los que Cristo culminó la redención.
Y el ideal es que, a través de los signos litúrgicos y sacramentales, cada creyente que celebra logre realmente esa íntima unión con Cristo, Esposo de la Iglesia.



Fray Sergio Uribe, O.F.M.
Fuente: www.iglesia.cl

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