"Las primeras hermanas contemplaron la realidad con una mirada de fe y un deseo de amor desinteresado a los hermanos… A buen seguro que no cruzó por su mente la idea de un viaje injustificado o inútil. Sabían muy bien de aquello del "portalito de Belén"
“El sabe en cuán poco tengo mi vida y mi reposo y cuán desprendido estoy de todo consuelo humano y celestial. Y porque conoce Dios en esto mi generosidad, no me abandonará sino que me guiará por donde le plazca. Yo ando seguro fiado en su paternal solicitud.” (Francisco Palau, cta. 56)
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