"La Trinidad Misericordiosa"
es una escultura de terracota de la hermana Cáritas Müller, nos remite al
carácter trinitario de Dios en su relación con el ser humano: el Padre, en el
círculo a la derecha, se vuelve hacia nosotros, nos acoge y abraza, oye
nuestras súplicas y nos envía; en el círculo de la izquierda está el Hijo, que
asumiendo nuestra frágil condición, viene a nosotros y nos manifiesta, en el
servicio al prójimo, su inmenso amor; arriba: el Espíritu Santo, que nos
alienta, abre nuestros ojos y nos muestra nuestra misión actual. En el centro,
hay una figura humana que nos representa a todos que, con nuestras fragilidades
y miserias, nuestros problemas y limitaciones, siempre somos amparados y
abarcados por la misericordia divina.
En el fondo de la escultura:
un gran círculo, en cuyo interior se encuentra otro pequeño. El círculo grande
simboliza la tierra, la creación en su conjunto; el más pequeño: la persona, el
corazón del mundo. El ser humano ha recibido por vocación cuidar de la tierra,
ser su guardián.
Los tres círculos exteriores,
tocan, se empotran en los círculos centrales. Pero la mayor parte de los
círculos se queda fuera. Dios es mayor que la creación. ¡Es un Misterio! “El
reino de Dios está en medio de vosotros”. (Lc 16, 21).
La venida del reino de Dios en
medio de nosotros, Jesús lo ha manifestado en toda su vida: “He venido a
liberar a los cautivos a devolver la vista a los ciegos”. (Lc 14, 21-48) Y
nuestra vocación como Trinitarias es continuar la obra de Dios en el mundo: “Si
yo, el Señor y Maestro, os he lavado los pies, también vosotros debéis hacer lo
mismo. Bienaventurados si lo hacéis”. (Jn 13, 14).
EN EL CENTRO HAY UNA PERSONA
FRÁGIL, DÉBIL, CAÍDA, SIN
FUERZA...
El personaje central es
un ser humano. Para Dios, en el centro está la persona que
sufre, débil, pequeña.... Es lo que Jesús nos ha revelado: durante toda su vida
pone el centro de su vida y de su acción en los seres más pobres los más
débiles, los que no cuentan para nada, los desechados. Los que sufren y los
pecadores. El ser humano, cada uno personalmente, cuenta tanto a los ojos de
Dios que lo coloca en el centro de sus preocupaciones. Toda la atención de Dios
está centrada sobre su criatura.
“Yo te he llamado por tu
nombre, tú eres mía…Eres preciosa a mis ojos, eres estimada y yo te amo” (Is
43,1ss).
El Padre en el Hijo por el
Espíritu Santo se preocupan del hombre y de la mujer. ¿Quién es el
Padre-Creador, quién es el Hijo Jesucristo? Su intención es idéntica. Actitudes
y gestos lo demuestran: una
misma atención
un mismo apasionamiento los estimulan hacia el ser humano. Un mismo amor hacia
la persona anima a la Santísima Trinidad.
“El que me ha visto a mí, ha
visto al Padre. Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Yo no hago nada
fuera del Padre”. (Jn 14, 9-11).
Padre e Hijo se preocupan por la
persona, creada del barro de la tierra.
La persona, en el centro, es la
figura más oscura de todas. Color de tierra. Un ser creado por Dios, y que
estaría sin vida, si ésta no se la hubiese dado el Creador.
“¿Qué es el hombre para que te
acuerde de él, para que te preocupes de él. Lo hiciste poco inferior a los
ángeles”. (Sal 8).
Es lo que recuerda el personaje
de la derecha, un beso, un soplo de vida… Dios quiere tener al ser humano, un
ser viviente, como interlocutor, un ser capaz de responder a su llamada a la
vida. Desea un ser viviente, capaz de amar y de asemejársele.
El ser humano está en un círculo.
El círculo, como símbolo de realización significa que el ser humano en su
debilidad y en su miseria está llamado a la plenitud de vida y de realización.
“Yo he venido para que tengan
vida, y la tengan en abundancia”. (Jn 10).
El personaje de la
izquierda se inclina para besar los pies deñ personaje central. Así
entendió Jesús su misión. Los dos personajes, vueltos hacia el centro, se
inclinan. El de la derecha de rodillas, el de la izquierda sobre sus talones.
En Jesús Dios se abaja para estar cerca de la miseria del ser humano. No le
mira desde arriba, se abaja. No nos sale al encuentro en nuestras perfecciones
sino en nuestras miserias.
Dios se pone al servicio, se hace
servidor de la persona. Es lo que Jesús ha manifestado a sus discípulos en el
lavatorio de los pies. Así el gesto del personaje de la izquierda, que sostiene
los pies con sus manos, llenándolos de besos. Beso, gesto de intimidad y de
ternura, que invita a la persona a dejarse amar. El amor hace libre, pone al
hombre y a la mujer en pie.
Levantar, rodear de ternura,
abrazar, cogerlo en su seno con ternura, tal es el gesto de Dios con el hombre
y con la mujer. (Sal 139). Gesto de liberación que pone a la persona en pie.
Gesto del Salvador Jesucristo, pues ese gesto llama al ser humano a su amor,
libre, de pie.
“Al principio, el Espíritu
aleteaba sobre las aguas, sobre el caos”. (Gen 1-1).
La Paloma de Fuego. Vuela
sobre el ser yacente. La relación entre la Paloma de fuego y el ser humano del
centro recuerda a Pentecostés. Llenos del Espíritu Santo, los Apóstoles, antes
llenos de miedo, se vuelven testigos audaces de Jesús y del amor de Dios.
(Fuente: hermanas
trinitarias.net)
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