Francisco Palau y Quer nació en Aytona, Lérida el 29 de diciembre de 1811; de
familia pobre, campesina, pero arraigada tradición cristiana. En 1828 ingresó
en el seminario de Lérida donde estudió tres cursos de filosofía y uno de
teología. Improvisadamente, sin que se hayan clarificado todavía los motivos
personales, cambió el seminario diocesano por el seminario carmelitano teresiano
de Barcelona donde ingresó el 23 de
octubre de 1832. Allí mismo, vestía el hábito el 14 de noviembre, y el 15 de
noviembre del siguiente año hacía su profesión religiosa e iniciaba una nueva
andadura que iba a marcar todos sus pasos hasta la muerte.
En Barcelona se encontraba cursando los estudios de
teología, cuando, en la noche del 25 de julio de 1835, fue asaltado el convento
por las turbas revolucionarias y anticlericales. Junto con otros hermanos de
hábito, logró escapar a una muerte segura. Era el final de la vida de
comunidad, ya que en marzo de 1836 el gobierno de Mendizábal decretaba la
exclaustración de todos los religiosos de España, a la que habían precedido
otros decretos desamortizadores de todas sus posesiones. En este clima de
persecución a las Órdenes Religiosas se ordenó de sacerdote en Barbastro el día
2 de abril de 1836, pasando a la jurisdicción de los obispos como miembro del
clero “secular”. Nunca volvería a pisar un claustro carmelitano.
Después de su
ordenación sacerdotal y tras dedicar un breve tiempo a la acción evangelizadora
como “misionero apostólico” en las diócesis catalanas, optó por exiliarse a Francia al concluir la guerra
carlista en julio de 1840, sin haber militado activamente en el ejército de D.
Carlos, como se había dicho frecuentemente. En el
país vecino pudo iniciar una serie de experiencias apostólicas en la diócesis
de Perpignan primero y luego en Montauban, al tiempo que, con un grupo de
discípulos llevaba una vida
rigurosa solitaria, calcada en la tradición
eremítica del Carmelo. En esos años se fragua también el germen de una
asociación de mujeres contemplativas que con el tiempo se transformaría en una
congregación religiosa.
Vuelto a España definitivamente en 1851 e incardinado en la
diócesis de Barcelona, en la Parroquia de San Agustín dio vida a la
"Escuela de la virtud", institución catequética en la que todas las
tardes de todos los domingos del año era presentado a un numeroso público de
todas las clases sociales un curso sistemático de religión para adultos. El
método era innovador y eficaz ya que
armonizaba la exposición magisterial presentada por un teólogo con la
participación activa de los oyentes. Inesperadamente por supuestas
implicaciones políticas y una cierta participación en los estudios laborales y
callejeros, fue suprimida violentamente por la autoridad militar de Barcelona
en Marzo de 1854. Se hundía, para no renacer, una de las experiencias más
positivas en el campo de la catequética para las masas que se aglomeraban en
torno a los grandes centros fabriles.
El Padre Palau protestó ante las autoridades civiles y
militares por la injerencia del poder secular en asuntos netamente religiosos y
eclesiásticos, agravando más su situación personal. Como consecuencia fue
desterrado y Ibiza, allí estuvo con breves
ausencias, hasta 1860. En Ibiza se sentía como león enjaulado
añorando el quehacer apostólico de la gran capital; pero compensaba su
desaliento con la casi infinita soledad de un peñasco rocoso cerca de la costa
conocido con el nombre de El Vedrá. Años de abandono, de desarraigo de amigos
queridos. Noche oscura de fe. Pero en su interior iban madurando las grandes
empresas del futuro. Se fraguaba su espíritu combativo. Redescubría
místicamente a la Iglesia. La soledad de Ibiza ha generado la mayor fuerza creadora
del Padre Palau, sólo en julio de 1860 se vio liberado del destierro por un
real decreto de la Reina Isabel II, a quien había dirigido un precioso escrito
demostrando su inocencia y pidiendo su libertad.
Desde esta fecha hasta su muerte, la actividad le desborda.
Pero redime la externa inquietud, con momentos densos de ocio contemplativo en
las cuevas de Santa Cruz de Horta (Barcelona) y en la roca inhóspita de El
Vedrá, en Ibiza. Embarcado en este múltiple quehacer le encontró la muerte en
Tarragona el 20 de marzo de 1872. (D. de Pablo Maroto, ocd)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
DEJANOS TU COMENTARIO