El hombre es esencialmente buscador, sea por necesidad, por amor o por curiosidad.
Unos buscan tesoros, otros buscan placeres; quienes buscan aventuras, quienes investigan en la campo de las ciencias.
Agustín busca la belleza, Edith Stein la verdad, F.Palau, durante cuarenta años busca a la Iglesia. Jesucristo busca a los pecadores. Todo el mundo busca.
La búsqueda es una fuerza irresistible que descubre las capacidades inmensas del hombre y que mueve y guía sus pasos.
La búsqueda es curiosidad y fuerza incontenibles que explican los mayores progresos de la humanidad a todos los niveles.
¿Quién está vivo que no busque? El pastor busca la oveja perdida y el ama de casa el dinero que se le extravió en la pieza; la familia busca un piso espacioso y cómodo; los padres un centro más cualificado de estudios para su hijo; el investigador busca fármaco eficaz contra el cáncer y el sida.
José y María buscaron angustiosos a Jesús y el alma enamorada vaga por sotos y riberas buscando sus amores.
Dios es fuente y origen de esta fuerza en el hombre al hacerle a su imagen y semejanza, porque Dios es esencialmente buscador, porque es amor.
Dios no busca por interés ni por curiosidad, Dios busca porque ama, busca para darse. El amor es comunicativo.
Dios no busca cosas, busca al hombre, Dios busca corazones "hijo mío, dame tu corazón" (Pov23,26) en los que derramar su vida de amor, "Las olas infinitamente de ternura que hay en vos" (Santa Teresita), y los busca porque los ama. Lo que no se ama no se busca.
¿Por qué busca el avaro el dinero? ¿por qué busca el amante a la amada? ¿Por qué busca Dios al hombre?
Una Carmelita Misionera
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