
Por eso, yo me entrego, me abandono en los brazos de mi Amado divino y me quedo tranquila: sé de quien me he fiado. Él es todopoderoso, que lo disponga todo a su antojo. Yo sólo quiero lo que Él quiere, sólo deseo lo que Él desea, sólo le pido una cosa: ¡Amarle con toda el alma, pero con un amor verdadero, fuerte y generoso!
Sor Isabel de la Trinidad
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