"Un día, una pequeña abertura apareció en un capullo; un hombre se sentó y observó por varias horas cómo la mariposa se esforzaba para que su cuerpo pasase a través de aquel pequeño agujero... parecía que ella ya no lograba ningún progreso, que ella había ido lo más lejos que podía en su intento y no podía avanzar más...
Resueltamente el hombre decidió ayudar a la mariposa: tomó una tijera y cortó el resto del capullo. La mariposa entonces, salió fácilmente. Pero su cuerpo estaba atrofiado, era pequeño y tenía las alas aplastadas...
El hombre continuó observándola porque él esperaba que, en cualquier momento, las alas de ella se abrirían y se agitarían para ser capaces de soportar el cuerpo, el que a su vez, iría tomando forma... pero nada de eso ocurrió...
En realidad, la mariposa pasó el resto de su vida arrastrándose con un cuerpo deforme y alas atrofiadas, nunca fue capaz de volar...
Lo que el hombre no comprendía, era que el capullo apretado y el esfuerzo necesario para que la mariposa pasara a través de la pequeña abertura, era el modo por el cual Dios hacía que el fluido del cuerpo de la mariposa llegara a las alas, de tal forma que ella estaría pronta para volar una vez que estuviera libre del capullo.”
REFLEXIONEMOS
Nadie consigue sus metas sin esfuerzo, las cosas más hermosas en la vida se logran con sacrificio, lucha, entrega y paciencia. Cada persona tiene un tiempo para madurar, para crecer, para llegar a su fin, y sólo Dios sabe cuándo será nuestro momento. Debemos aprender a ser pacientes, con nosotros mismos, con los demás y con la vida que se toma su tiempo, apurarla no sirve de nada. Por el contrario aprendamos a vivir el momento y a darle el valor que tiene, no es más importante la meta sino saber vivir cada momento con hondura, con consciencia.
“Hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa bajo el sol:
un tiempo para nacer y un tiempo para morir,
un tiempo para plantar y un tiempo para arrancar lo plantado…”
(Ecl 3, 1-17)
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