EL ESPIRITU SANTO ES DIOS
El Espíritu Santo es la tercera persona de
la Santísima Trinidad. Junto con el Padre y con el Hijo forman
la Trinidad. El Espíritu Santo es
consubstancial, de la misma sustancia o naturaleza que el Padre y el Hijo y, junto a ellos, recibe una misma adoración y gloria. El Espíritu Santo es el amor que existe entre el Padre y el Hijo. Es el lazo de unión en
la Trinidad. Por eso, el Espíritu Santo derramado en nuestros corazones en el Bautismo nos introduce en la vida de
la Santísima Trinidad, nos une con un lazo de amor a Dios, nos hace capaces de vivir su alianza (vivir ligados) y en comunión (unidos) con Dios y entre nosotros en
la Iglesia.
¿CÓMO PODEMOS CONOCER AL ESPIRITU SANTO?
“Nadie conoce lo íntimo de Dios, sino el Espíritu de Dios”. El Espíritu Santo nos revela la intimidad de Dios, nos hace conocer a Cristo, que es
la Palabra del Padre. Por ser Espíritu, permanece oculto, no habla de sí mismo, no se lo puede ver, sólo podemos reconocerlo por sus obras, por lo que él hace:
Él está presente en toda la historia de
la Salvación, desde la creación del mundo. Se manifiesta a los hombres a través de símbolos o imágenes y los lleva a vivir en alianza de amor con Dios, los atrae a la salvación, los prepara para recibir a Jesús.
El Espíritu Santo se hace presente especialmente en los profetas, por medio de los cuales Dios habla a los hombres.
En la plenitud de los tiempos, el Espíritu Santo prepara con su gracia a María, para ser
la Madre del Hijo de Dios. María concibe y da a luz al Hijo de Dios por medio del Espíritu Santo.
En la vida de Cristo, que es el
ungido del Padre, se manifiesta plenamente el Espíritu Santo y, por medio de su muerte en la cruz y su resurrección, Dios derrama la plenitud del Espíritu Santo en los apóstoles y en
la Iglesia.
Hoy podemos descubrir la presencia del Espíritu Santo en nuestros corazones y en la vida de
la Iglesia, a la que el Espíritu Santo anima, da vida y santifica:
En las Sagradas Escrituras que Él ha inspirado.
En lo que
la Iglesia nos enseña (Magisterio)
En la liturgia de los sacramentos, en la cual el Espíritu Santo, por medio de palabras y signos, nos pone en comunión con Cristo.
En la oración, porque Él ora al Padre en nuestros corazones.
En los carismas y ministerios con los cuales edifica
la Iglesia.
En la vida apostólica y misionera.
En la vida de todos los santos, en donde manifiesta su santidad.
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