El evangelio de este domingo es una invitación a reflexionar sobre nuestra centralidad. Jesús se presenta caminando sobre las aguas y Pedro le pide mandarlo ir hacia Él... mientras Pedro mira a Jesús, este camina y hace lo mismo que el Maestro; pero cuando su mirada se centra en la tempestad, la tormenta... Pedro se olvida del poder de Jesús.
¿No nos sucede algo parecido a nosotros? Decimos amar a Jesús, que es el centro de nuestra vida, pero ante la mínima dificultad nos asalta nuestra mirada racional de las cosas, lo calculamos todo, sacamos conclusiones y dejamos de lado la grandeza de Dios y su poder sobre todo lo que nos pasa.
¡Qué hermoso si fuesemos personas totalmente confiadas en el amor del Señor! Los textos del libro de los Números de esta semana pasada no han hecho más que recordarnos que somos seres limitados, tercos y confiados en nuestros raznamientos y cálculos. ¿Cuándo aprenderemos a confiar en el único Señor de nuestras vidas?
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