La LD es la lectura creyente y orante de la palabra de Dios, hecha a partir de la fe en Jesús que dice: “El Espíritu les recordará todo lo que les he enseñado y los introducirá en la verdad plena” (Jn 14, 26; 16,13) El Nuevo Testamento, por ejemplo, es el resultado de la lectura del Antiguo Testamento que los primeros cristianos hacían a la luz de la nueva revelación, en la que Dios, a través de Jesús, se manifestó a sí mismo vivo en medio de la comunidad.
A lo largo de los siglos, esta lectura creyente y orante de la Biblia fue alimentando a la Iglesia, a las comunidades, a los cristianos. Inicialmente no se trataba de una lectura metódica y organizada, sino de la propia Tradición que se transmitía de generación en generación, a través de la práctica del pueblo cristiano.
Orígenes fue el primero en utilizar la expresión Lectio Divina, afirmando que para leer la Biblia con provecho es necesario hacerlo con atención y constancia. “¡Cada día, como Rebeca, tenemos que volver, una y otra vez, a la fuente de la Escritura!”. Y como lo que no se consigue con el propio esfuerzo debemos pedirlo en la oración, nos dice también Orígenes: “es absolutamente necesario rezar para poder entender las cosas divinas. De ese modo –concluye- llegaremos a experimentar aquello que esperamos y meditamos”. En estas reflexiones de Orígenes, tenemos un resumen de lo que viene a ser la Lectio Divina.
La LD se convirtió más adelante en la columna vertebral de la vida religiosa. En torno a la Palabra de Dios, escuchada, meditada y rezada, surge y se organiza el monacato del desierto. Las sucesivas reformas y transformaciones de la vida religiosa, siempre retomaron la LD como su “marca registrada”. Las reglas monásticas de Pacomio, Agustín, Basilio y Benito hacen de la lectura de la Biblia, junto con el trabajo manual y la liturgia, la triple base de la vida religiosa.
La sistematización de la LD en cuanto peldaños tiene lugar en el siglo XII. Alrededor del año 1150, Guigo, un monje cartujo, escribió un librito llamado La escalera de los monjes. En la introducción, antes de exponer la teoría de los cuatro peldaños, se dirige al “caro hermano Gervasio” y dice: “he resuelto compartir contigo algunas de mis reflexiones acerca de la vida espiritual de los monjes, pues tú la conoces por experiencia, mientras que yo únicamente por estudio teórico. De ese modo, tú podrás ser juez y corregir mis consideraciones”. Guigo quiere que la teoría de la LD sea avalada y corregida a partir de la experiencia y de la práctica de los hermanos.
A continuación, introduce los cuatro peldaños: “Cierto día, durante el trabajo manual, al reflexionar sobre la actividad del espíritu humano, de repente se presentó en mi mente la escalera de los cuatro peldaños espirituales: la lectura, la meditación, la oración y la contemplación. Esa es la escalera por la cual los monjes suben desde la tierra hasta el cielo. Es cierto, la escalera tiene pocos peldaños, pero es de una altura tan inmensa y tan increíble que, al tiempo que su extremo inferior se apoya en la tierra, la parte superior penetra en las nubes e investiga los secretos del cielo”.
Después Guigo muestra cómo cada uno de los peldaños tiene la virtud de producir algún efecto específico en el lector de la Biblia. A continuación, resume todo: “La lectura es el estudio asiduo de las Escrituras, hecho con espíritu atento. La meditación es una actividad diligente de la mente que, con ayuda de la propia razón, busca el conocimiento de la verdad oculta. La oración es el impulso ferviente del corazón hacia Dios, pidiendo que aleje los males y conceda cosas buenas. La contemplación es una elevación de la mente sobre sí misma que, pendiente de Dios, saborea las alegrías de la dulzura eterna”.
En esta descripción de los cuatro peldaños, Guigo sintetiza la tradición anterior, y la transforma en instrumento de lectura, para servir de instrucción a los jóvenes que se iniciaban en la vida monástica.
En el siglo XIII, los mendicantes intentaron crear un nuevo tipo de vida religiosa más comprometida con los “menores” (pobres). Hicieron de la LD la fuente de inspiración para su movimiento renovador, como se observa con claridad en los escritos de los primeros franciscanos, dominicos, servitas, carmelitas y otros mendicantes. A través de su vida comprometida, supieron poner la LD al servicio del pueblo pobre y marginado de aquella época.
Después hubo un largo período en que la LD se enfrió. Ni siquiera en el seno de la vida religiosa, se fomentaba la lectura de la Biblia. Fue una desgraciada consecuencia de la Contrarreforma en la vida de la Iglesia. Santa teresita, por ejemplo, no tenía acceso al texto íntegro del Antiguo Testamento. Se insistía más en la lectura espiritual. ¡El miedo al protestantismo hizo perder el contacto directo con la fuente! Sin embargo, el Concilio Vaticano II recupera la tradición anterior y, en el documento Dei Verbum, recomienda con gran insistencia la LD (DV 25). La LD volvió a parecer de manera nueva, sin título y sin nombre, en medio de las comunidades, donde los creyentes retomaron la lectura de la Palabra de Dios. Últimamente comienza a ser cultivada y estudiada, en distintos ambientes eclesiales.
(Fuente: “Lectura orante de la Biblia”, Carlos Mesters y Equipo Bíblico CRB, Ed. Verbo Divino)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
DEJANOS TU COMENTARIO