Ha venido a dar su Vida por la tuya |
Salmo responsorial
32: Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de
ti
Heb 4,14-16:
Acerquémonos con seguridad al trono de la gracia
Mc 10,35-45: El
hijo del hombre ha venido para dar su vida en rescate por todos
La primera lectura de hoy, tomada de la segunda parte del
libro de Isaías, nos habla de la misión del ‘siervo sufriente’, es decir, de
aquel redentor del Pueblo de Dios que ofrece su vida para ver el nacimiento de
una nueva posibilidad, de una nueva descendencia. Este poema nos habla más de
esperanza, de tenacidad y de lucha que de sufrimiento pasivo o resignación. La
misión del siervo del Señor no es ver su cuerpo destrozado, sino servir de
puente para las nuevas generaciones de creyentes que se han de inspirar en su
particular estilo de vida. Por esta razón la “nueva descendencia” no se
refiere, ni en el texto ni en la interpretación cristiana, a los descendientes
biológicos, sino a una nueva generación de personas comprometidas con la Causa
de Dios en favor de su pueblo, el pueblo pobre, dolorido y oprimido.
El Salmo nos sirve de puente entre la primera y la segunda
lectura, al recordarnos que la Palabra de Dios se identifica por su capacidad
para ayudarnos a reconocer la verdad. Una verdad que no es un
asunto metafísico o etéreo, sino la encarnación del proyecto de Dios en la historia por medio de la justicia y el derecho.
asunto metafísico o etéreo, sino la encarnación del proyecto de Dios en la historia por medio de la justicia y el derecho.
El escrito a los Hebreos nos insiste en un tema que con
frecuencia se nos refunde en la memoria: la mediación de Jesús para comprender
el designio de Dios. Si prescindimos de él, de lo que él hizo y de lo que él
significa para nosotros, estaremos vaciando al cristianismo de su esencia.
Lucas evangelista –el gran cronista de la iglesia primitiva
cuya memoria como santo celebramos precisamente hoy- nos ha dejado una obra en
dos tomos, de singular belleza y valor. En su evangelio toma el esquema
empleado por los de Marcos y Mateo, pero remonta la primera etapa de la Pascua
para descubrirnos cómo el Espíritu se cierne sobre su nueva creación y suscita
un dinamismo profético que constituye, congrega y envía al nuevo Pueblo de
Dios. El evangelista es consciente de la imperiosa necesidad de recuperar la
memoria de las acciones, palabras y trayectoria de Jesús. Las jóvenes
generaciones se sentían tentadas por un Jesús que se reducía a una idea, o a una
propuesta simpática, pero, aunque esto era un buen comienzo, hacía necesario ir
a la verdadera fuente de esa historia, que era la vida misma de Jesús en su
célebre camino de Galilea a Jerusalén.
Precisamente una de las enseñanzas de Jesús fue su certera capacidad
para develar las ambiciones de poder que se ocultaban en las intenciones
aparentemente más buenas, como la de marchar con él hacia su destino. Jesús
tiene esa gran capacidad de confrontar a todas las personas, y en el contraluz
poner en evidencia todas esas piruetas que hace la conciencia para evadir la
voluntad de Dios y dejarse arrastrar por los seudo-valores de la cultura
vigente que conducen a la búsqueda desaforada del poder.
Jesús, en el evangelio, nos invita a descubrir cuál es su
actitud fundamental, y cuál es, por tanto, la actitud fundamental cristiana, en
contraste con la actitud que el "mundo" -el "sistema", si
preferís- nos invita a adoptar, que es la que, al fin y al cabo, tenían los
discípulos.
Santiago y Juan son gente despierta, que quiere ir adelante.
Y por eso Jesús los ama de un modo especial, junto con Pedro. Pero son esclavos
del estilo del "mundo", y por eso entienden el ir adelante como un
tener buenas posiciones, tener poder y prestigio. E imaginan que la obra de JC
será crear una situación nueva, de gente que estará por encima de los demás,
porque serán "los buenos", "los fieles", "los
seguidores". Gente entregada, ciertamente, gente entregada hasta el
sacrificio, pero que piensa en los mismos términos que el "mundo", y
que por tanto lo que desea en última instancia es una buena colocación por
encima de los demás.
JC les rompe el esquema y les dice que no hay un premio y
una colocación final por encima de los demás. Que solamente existe el servicio,
y que es a través del servicio como uno se convierte en hombre, y hombre con
Dios. Y que esto es lo único que hay que esperar y desear. El servicio, por
tanto, no es solamente un conjunto de buenas obras pequeñas de ayuda a los
demás. Estas buenas obras, por sí mismas, no son nada, porque quizás las
realizamos como "méritos" para obtener un buen puesto. Lo que cuenta
es la actitud de servicio como actitud de vida. O sea, el desear una vida
gozosa y plena para todos, y orientar toda la propia actividad para
conseguirla: en las pequeñas ayudas y servicios, en tener una actitud que
descubre lo bueno que hacen los demás en lugar de buscar lo que hacen mal, en
no temer a una sociedad que quiere avanzar en libertad y hacia una distribución
más justa de la riqueza, en tener un espíritu de Iglesia abierto y no creer que
solamente es válida la propia manera de ser cristiano.
El penúltimo domingo de octubre la Iglesia Católica lo
celebra como Domingo Mundial («Do-Mund») de las Misiones. La coincidencia de
los textos de hoy con el Domund invita a considerar en profundidad la tarea
evangelizadora de la Iglesia: ¿puede consistir en otra cosa que en llevar a los
hombres el anuncio del misterio de Cristo? "La Iglesia peregrina entre las
persecuciones del mundo y los consuelos de Dios, anunciando la cruz y la muerte
del Señor, hasta que El venga" (Lumen gentium, n. 8, final).
A veces se confunde la tarea misionera específica de la
Iglesia con cualquier tipo de ayuda generosa y abnegada a los pueblos y a las
personas del llamado Tercer o Cuarto Mundo, al mundo del hambre y de la
marginación, etc. Nadie, ciertamente se atreverá a decir qeu hacer esto no sea
profundamente cristiano y testimonial. Pero el mandato misionero va más allá de
este esfuerzo; envía a dar a todos los hombres lo que todavía se necesita
cuando parece que nada se necesita, lo que se necesita siempre y en todo lugar:
la definitiva palabra de salvación que llega hasta el corazón del hombre.
El "servicio" de la misión es la actualización del
"servicio" que Cristo nos ha hecho "entregando su vida en
rescate para todos los hombres". Sin duda es mucho más comprensible y
explicable humanamente que un hombre ayude a otro a salir de su hambre o de su
opresión, que no que un hombre anuncie el misterio pascual de Cristo. Con todo,
"mantengamos la confesión de la fe" (2. lectura del domingo): el
misterio pascual de Cristo es el principio de la renovación del hombre y la
acción misionera de la Iglesia es, por ello, la acción más
"humanizadora", en sentido pleno, según Dios.
Cristo, el Siervo, ha asegurado: "El cáliz que yo voy a
beber lo beberéis..." Una Iglesia que vive intensamente la dimensión
misionera sabrá acompañar, también con su sufrimiento, a los hermanos
misioneros.
Para la revisión de
vida
¿Cómo me siento afectado por una sociedad en la que se
valora ante todo la imagen, el prestigio, el ser una persona
"exitosa", "bien colocada", con dinero y con poder...?
¿Permanezco firme -junto al Evangelio- en mi valoración de que el servicio es
realmente el valor verdadero, el que da sentido a nuestra vida?
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