Dios se ha revelado al ser humano
invitándolo a un diálogo de comunión. La persona humana responde con la fe. “Dios invisible habla a los hombres como
amigo, movido por su gran amor y mora en ellos para invitarlos a la
comunicación consigo y recibirlo en su compañía” (DV 2).
La fe es la adhesión personal del hombre
a Dios que se revela y se entrega a él. El orante, por la fe, abre todo su ser
para acoger a Dios que se dona libremente, y obedece, llevando a la vida, su
Plan de Amor, el querer de Dios.
La fe no es un acto aislado; es un acto
de la comunidad eclesial. A lo largo de la Historia de
la Salvación
innumerables testigos orantes han abierto los oídos del corazón para escuchar y
cumplir, con obediencia de amor, el querer de Dios:
Abraham:
“el Padre de los creyentes”: “Por la fe,
Abraham obedeció y salió para el lugar que había de recibir la herencia, y
salió sin saber a dónde iba” (Hb 11,8).
María:
“la Madre de los creyentes” es proclamada por la comunidad cristiana dichosa,
por haber creído; realiza la obediencia de la fe. “Dichosa la que ha creído, porque lo que te ha dicho el Señor se
cumplirá” (Lc 1, 45).
(Fuente: Revista
Orar)
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