¡Oh, Rey de las naciones! |
DÍA 22 DE
DICIEMBRE: OH, REY
OH REYde las nacionesy deseado de los pueblos,Piedra angular de la Iglesia,que haces de los dos pueblos uno solo,VENy salva al hombre
que formaste del barro de la tierra
Todas las naciones quisieran integrarse, no en un imperio
dominador y unificador, sino en una organización unitaria, pero respetuosa, que
se construya desde la solidaridad y la subsidiariedad. Las Naciones Unidas no
han llegado todavía a satisfacer las aspiraciones y necesidades de los pueblos.
Vivimos en un mundo roto, desgarrado por fuerzas muy diversas. Existen bloques
antagónicos, naciones prepotentes, abismos entre unos pueblos y otros. Hay por
todas partes guerras y conflictos, tensiones totalitarias y luchas tribales. No
se llega a la unidad verdadera, ni siquiera dentro mismo de un Estado, esa
unidad que respete la justa autonomía y la necesaria solidaridad, que favorezca
la rica diversidad sin llegar a la desintegración.
Miramos con emoción a ese Rey y Deseado de las naciones,
que hace de dos pueblos uno solo; que es capaz de destruir todos los muros y
murallas que separan y aíslan a los pueblos; que consigue hacer que se
entiendan y hablen la misma lengua los antiguos constructores de torres
babilónicas. No sólo
hace de dos pueblos uno, sino que es capaz de unificar a
todos los pueblos; pero una unidad que no mata la diferencia, una unidad
armoniosa, pluriforme y liberadora.
Es capaz de hacer de todos los pueblos y razas una sola
familia, en la que todos se sientan como hermanos verdaderos.
Como anticipo de esta realidad, como maqueta de este
ambicioso proyecto, como semilla del mundo deseado, este Deseado construyó un
edificio precioso, pequeño pero emblemático, del que él mismo es la Piedra
angular. Lo llamamos Iglesia, pueblo de Dios, familia integrada por miembros
distintos y distantes pero que se sienten misteriosamente unidos por un mismo
aliento espiritual.
Animados por estas realidades,
aunque no llegan a ser todavía perfectas,
imploramos tu venida,
oh gran Deseado,
para que nos enseñes los caminos de la
unidad.
Ven, Piedra angular,
a unir más fuertemente a tu Iglesia
y reparar las brechas que se han producido a
lo largo del tiempo.
Ven, Rey de Reyes,
a coser nuestro mundo roto
con los hilos del diálogo y de la
solidaridad.
Ven a salvar al hombre quebradizo,
hecho de barro de la tierra
pero capacitado para convertirse en piedra
preciosa
o en recipiente de tu espíritu de amor.
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