¿Qué quiso decir Pedro?
San Pablo en la carta a los Romanos,
segunda lectura de este domingo, acentúa una dimensión muy importante de
nuestro conocimiento de Dios: el hecho de que no conocemos casi nada de él. Es
tan inmenso, es tan grande, que su realidad se nos escapa. De él sabemos lo
poco que se nos ha manifestado a través de Jesús. ¡Qué insondables sus
decisiones! ¡Qué abismo de generosidad! ¿Quién conoció la mente del Señor? Por
eso, cuando decimos “Dios” apenas sabemos lo que queremos decir. Sabemos que es
“misterio de amor”, pero sobre todo “misterio”.
Quizás así entendamos un poco mejor
el Evangelio de este domingo. Simón Pedro se atreve a ponerle nombre a Jesús, a
decir quién es, a definirle: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Pero,
¿qué significan esas palabras? ¿qué significaron para Pedro? Podemos suponer
que “Mesías” le recordaba a Pedro las viejas historias de liberación de su
pueblo. Para un pueblo como el judío que vivía entonces bajo la dominación
romana, liberación no podía tener otro significado que “liberación política”.
Por fin, Dios se manifestaba claramente a favor de su pueblo. Eso no significa
que Pedro odiase a los romanos, pero ¿no es acaso una legítima aspiración la
búsqueda de la libertad
tanto de las personas como de los pueblos? Al decir que
Jesús era el Mesías, Pedro estaba expresando su fe en un Dios liberador, en un
Dios que apoyaba la libertad de su pueblo para tomar sus propias decisiones y
ser dueño de su destino.
Pero Pedro también dijo de Jesús que
era “el Hijo de Dios vivo”. Como Pedro, por razones obvias, no había estudiado
el catecismo de la Iglesia Católica, no tendría muy claro el significado de
“Hijo de Dios”. Al menos, no tanto como nosotros. Probablemente, lo que quiso
subrayar fue la especial relación que notaba entre Jesús y Dios, aquel al que
el mismo Jesús llamaba su “Abbá”, su Papaíto. Era una relación especial de
amor, de cariño, de entrega mutua. Pero, además, Pedro dice que Jesús es el
Hijo de Dios “vivo”. Es otro dato importante a señalar. La vida es lo mejor que
tenemos los humanos. Es, posiblemente, lo único que tenemos. Cuando pensamos en
Dios, pensamos en la vida, pero no como la nuestra, siempre abocada a la
muerte, sino en la Vida en plenitud, para siempre, verdadera. Jesús es el Hijo
de Dios “vivo” porque, así lo veía Pedro, era capaz de comunicar vida a los que
estaban en torno a él, a los que se encontraba, a sus amigos.
Para la reflexión
Al final, Pedro vino a confesar que Jesús llenaba
totalmente sus expectativas de libertad y de vida, que en Jesús encontraba una
posibilidad de salir de este círculo fatal de esclavitud y muerte en que nos
vemos envueltos las personas. ¿Por qué no nos preguntamos a nosotros mismos qué
queremos decir al confesar que Jesús es el “Hijo de Dios”, el “Señor”, el “Cristo”?
(Autor: Fernando
Torres, cmf)
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