Hermana María
Felicia de Jesús Sacramentado
"La Chiquitunga"
Carmelita Descalza
Paraguay, 1925-1959
Paraguay, 1925-1959
"Sed tengo de una
entrega total"
Desde muy joven el corazón
de Chiquitunga ardía de amor a Jesucristo, y se consumía de celo apostólico: el
deseo de colaborar con Jesús en su obra salvadora.
En sus escritos podemos
admirar el ofrecimiento
total y radical de su vida, de su corazón y aún de su cuerpo, a su amado Jesucristo. Primero en el apostolado activo y después en
la vida contemplativa del Carmelo.
María Felicia, familiarmente
"Chiquitunga", nació en la familia Guggiari Echevarría en Villarica, Paraguay el 12
de enero de 1925.
A los 16 años se alistó en
las filas de la Acción Católica de la que fue miembro entusiasta y dirigente
abnegada. Se consagró aservir a Dios. Lo encontró en los niños en la catequesis, en los jóvenes
trabajadores o universitarios con sus problemas, en los pobres, enfermos y
ancianos en sus necesidades materiales y espirituales. Trabajó primero en
Villarica, luego en Asunción. Sobre aquellos tiempos de apostolado escribió:
- En todos los trabajos que estoy realizando
trato de poner el sello de nuestro espíritu cristiano, porque quiero que
todo se sature de Cristo y donde quiera que sea pueda dejar un rayito de
luz.
- No sabría explicarle la ansiedad, el deseo
intenso de trabajar exclusivamente, entregada en cuerpo y alma por causa
de Cristo, al apostolado; sed, verdaderamente sed, tengo de una inmolación
mas efectiva.
Logró un olvido total de si
misma para entregarse a Dios y al prójimo. Su amor por los pobres y por los que
sufren fue excepcional. Hablando de "sus viejitas" de Villarica
escribe:
- Nunca imaginé que sería tan feliz llevando
consuelo a quienes con su dolor hacen posible nuestra vida... Recorriendo
hogares, prodigando aunque sea tan solo una sonrisa como fruto espontáneo
de la gracia palpitante en nuestras almas, encendido nuestro poco de Amor
Divino. Ser apóstoles, Señor, que hermoso sueño".
Deseando ya entrar en el
Carmelo, M. Felicia escribe:
- Se me hacen tan largos los días y quisiera
pasaran uno tras otro hasta ver llegada aquella maravillosa aurora en que,
encerrada en las cuatro mas felices paredes que haya habitado en mi vida,
ofreciendo sin cesar mi vida...
Felicia amaba de corazón el
apostolado. Pero llegó el día en que Jesús la llamó para Sí en la vida
contemplativa. Para ofrecerlo todo a Dios, a los 30 años, ingresó en el Carmelo
de la Asunción (Paraguay). Tomó el hábito de Carmelita Descalza el 14 de agosto
de 1955. Su camino fue ofrecerlo todo. Como Santa Teresita de
Lisieux y otras grandes
hijas del Carmelo, la Hna. Felicia descubrió el secreto de la vida escondida
para Jesús, vida sumamente fecunda que desborda en bendición para toda la
humanidad. Cuentan que cierta Hermana había exclamado: "Apresurémosnos,
porque el tiempo es oro", a lo que la sierva de Dios respondió con toda
dulzura para no ofenderla: "No, hermana, el tiempo no es oro, es
apostolado".
Vibraba en ella el amor
apremiante de Cristo, la ternura filial a su "Madrecita", La Virgen
María, la participación activa en la Eucaristía y en la misión evangelizadora
de la Iglesia Católica.
Las Madres Carmelitas
Descalzas de Asunción recuerdan: "En los cuatro años que la querida
Hermana vivió entre nosotras se caracterizó por su gran espíritu de sacrificio,
caridad y generosidad, todo envuelto en gran mansedumbre y comunicativa
alegría"
La hepatitis infecciosa que
ya había llevado a la tumba a una de sus hermanas, la obligó a internarse en un
Sanatorio de la ciudad, en enero de 1959, por un mes y algo más.
- Estoy con estos sentimientos de que no ha de
ser mucho lo que me falte para que Jesús, viendo sobre todo mi nada, me
lleve pronto.
Aunque pide por su salud
porque cree que todavía podrá servir a su Amado en la tierra, ella se pone
totalmente en sus manos.
Enfermó de púrpura, una
especie de derrame interno que producía en distintas partes del cuerpo y de la
cara unas manchas de sangre; su médula ósea no elaboraba ya glóbulos rojos.
- ¡Jesús tomó de verdad la ofrenda! A lo que El
disponga, lo digo con toda el alma y si El lo quiere sabe por qué!
- Ya estoy esperando a Jesús, quisiera llenarme
de sólo su amor y no vivir sino sólo pare El. Sólo espero cumplir su
voluntad, no quiero otra cosa. Me he ofrecido a El como pequeña víctima,
por los sacerdotes, por nuestra Sagrada Orden, por Nuestra Comunidad, por
mis padres y familiares, en fin, por todas las almas".
Tenía un gran anhelo por
encontrarse con su Divino Esposo. La Hna. Felicia recibió con mucha devoción el
sacramento de los enfermos con todo su conocimiento. "He aquí Jesús, a tu
pequeña esposa".
Murió el 28 de marzo del
1959, domingo de Pascua. Aproximadamente a las cuatro de la mañana, y con todos los familiares
presentes, entra en agonía. Estaba rozagante, recuerda alguien. Pidió a la
madre Priora y a otras dos Madres allí presentes, le leyeran el "Muero
porque no muero" de Santa Teresa de Jesús (fundadora
de la orden). Recostada en los almohadones parecía dormir. De pronto se yergue
y con una energía no común exclama:
- Papito querido, ¡qué feliz soy!; ¡Que
grande es la Religión Católica!; ¡Que dicha el encuentro con mi Jesús!;
¡Soy muy feliz!"
Y sin borrársele la sonrisa:
- Jesús te amo. ¡Que dulce encuentro! ¡Virgen
María!
Luego una frase de despedida
y consuelo a su madre y hermano y plácidamente su alma voló al cielo. En su
rostro quedó estampada la dulce y característica sonrisa que le había animado
en vida. Chiquitunga tenía 34 años de edad.
El 13 de diciembre de
1997 se inició su Proceso de Beatificación.
"Este Lirio de la
Iglesia Católica en el Paraguay se convierte en nuestros días en llamado,
ejemplo y compañía", nos dice Monseñor Felipe Santiago Benitez:
- Llamado a los jóvenes y a personas de vida
consagrada, a realizar su vocación cristiana, sea laical, sea religiosa,
con valiente y generosa entrega;
- Ejemplo de que es posible -y hoy necesario-
con la fuerza de Dios, vivir la vocación bautismal y apostólica, en medio
de las mayores dificultades y contradicciones, difundiendo alegría,
esperanza y paz.
Máximas de la Hermana
María Felicia de Jesús Sacramentado
Tenemos sus preciosos escritos en diarios, poesías y cartas. Escritos de espontaneidad amable, sencillos, penetrantes, nos revelan que ella vivió en plenitud su vocación bautismal de apóstol.
Tenemos sus preciosos escritos en diarios, poesías y cartas. Escritos de espontaneidad amable, sencillos, penetrantes, nos revelan que ella vivió en plenitud su vocación bautismal de apóstol.
- Renuevo ante Tí, Jesús Hostia, este deseo
sincero e íntimo de inmolar mi vida en aras de tu amor
- La últimas fuerzas de mi ser Tú me las diste
y a Tí Señor, las vuelvo.
- Todo mi afán está en trabajar hasta caer
rendida, (como en algunas noches), y, aún rendida, seguir... hasta agotar
las fuerzas por la Gloria de Dios y la salvación de las almas. Todo está
entregado, y la consigna de la hora es trabajar hasta caer muerta, si es
posible. Pero trabajar con espíritu en la más íntima y profunda unión con
Dios.
- Cuanto mas haya que hacer y donde estar,
dando gota a gota de nuestra vida, tanto mejor, hasta que llegue el día
ansiosamente esperado: en este momento mi papel no es otro que recibirlo
todo con calma, como todo venido de la Providencia y no traicionar a la
Causa."
Ofrecimiento de dolores:
- Anoche, qué feliz me sentía al poder darme
Dios la gracia de ofrecerle los dolores que sentía. No me he quejado un
instante, antes bien, Señor, tú sabes cómo te lo ofrecía y sobre todo por
esta nuestra decisión sublime de entrega total.
- ...pero Dios me ha dado la gracia grande de
ofrecer agradecimiento, sin quejarme en nada y tratando de sonreir... No
obstante, Jesús mío, sigo ofreciendo uno a uno, gota a gota, este cáliz
por nuestro apostolado, ¡por tu gloria!
- Me siento bastante decaída a veces. Ya lo
sabes, mi Dueño: cuando quieras, lo que quieras...
- Como te agradezco, Señor, (este malestar
físico intenso), íntegramente todo te ofrezco, Señor, por tu gloria y
salvación de nuestra alma y, junto con la nuestra, la de miles de almas
más.
Pronto comprendió que sin
santidad no era posible el apostolado, es decir, la conversión de las almas.
- Es necesario santificarnos para poder dar
algo a los demás
Ofreciendo los recuerdos
- Muchos son los recuerdos que tratan de
avasallarme, ¡Jesús mío! ¡Cuanto en verdad me gustaría vivir, unos
instantes, aquellos que serían imborrables! Pero con toda calma, con la
generosidad más amplia, Tú ves cómo te los he ofrecido, ofreciéndote a
cada instante todos los trabajos, luchas, angustias, cansancios de estos
días.
Ofreciendo los trabajos
- Jesús mío, con toda el alma, con la
generosidad más amplia, Tú ves cómo te los he ofrecido, ofreciéndote a
cada instante todos los trabajos, luchas, angustias, cansancios de estos
días
Ofreciendo las soledades
- Estoy pasando unos días de verdadera
preocupación: un tanto el desaliento y otro tanto la tristeza de esto que
llamo soledad, han querido envolverme sin más ni más en sus redes. Por
ello mismo multiplico mis defensas: el trabajo desplegado es el más intenso.
Y cómo cuesta ofrecer, Señor; esto ya estaba ofrecido.
- Hay momentos verdaderamente desoladores, que
si no fuese por ese ideal que abrazo...yo no sé si hubiera resistido sin
desesperarme. Pero Nuestro Señor es incalculablemente generoso para
conmigo, pues, cuando ya va a ser, según mi parecer, imposible seguir
soportando, de cualquier lado me hace llegar una palabra, un gesto, una
sonrisa que vuelve a levantarme.
- Señor, Tú sabes cómo recibo tus pruebas, no
permitas que flaquee en nada, acepta en cambio todos mis esfuerzos y
desvelos, y dame en cambio, Dios mío, un verdadero espíritu de oración,
sacrificio y acción.
Ofreciendo la propia
voluntad
- Mi papel no es otra cosa que hacer que se
cumpla en mí la voluntad del Padre Celestial, aunque esa Voluntad para conmigo
parezca y sea muchas veces tan dura
- No hago sino tratar de realizar en mi lo que
la Divina Providencia disponga... Yo pienso que una sola vez se ama en la
vida. Porque amor es darse, prodigarse...
- Padre, acepta para tu gloria la entrega total
de mi ser en unión con el perfecto holocausto de tu divino Hijo. En El,
por El y con El quiero vivir, amar, creer, sufrir, y morir. Elijo su
Corazón como lugar de mis eterna morada.
Se acostumbró a repetir
una breve jaculatoria:
- Yo te doy gracias, mi Dios, y quisiera poder
en todo y siempre decir: ¡Si, Padre!, conformando a Tu divina Voluntad mi
pequeña voluntad.
De la Química aprendió a
hacer una fórmula a modo de lema: T2OS: Todo te ofrezco,
Señor.
"¿Donde podré darme,
Jesús, sin medida?"
- ...En este momento, en que como nunca, con un
ardor inigualable, quisiera darme, darme, Jesús, Maestro amado, sin
medida, Esposo de mi alma, Tú que conoces mis ansias de apostolado, de
celo por la salvación de las almas, ayúdame que sepa donde quieres la consagración
integral de todo mi ser..."
- ¿Cual será mi lugar en esta entrega total?
Cuánta sed tengo de esa entrega y hay tantas cosas por delante. He
procurado en todo momento, Jesús mío, encontrar tu voluntad y de acuerdo a
ella actuar.
- Estoy dando todo lo que soy... y entonces es
cuando con ansiedad inmensa quisiera estar ya en mi lugar definitivo,
libre de todas las cosas que nos atan y vivir la plenitud de una vida
integralmente ofrecida.
Ansias del Amor Infinito
- Que mi vida naufrague en el mar infinito de
su amor.
- Dame, Señor, fuerzas suficientes y sobre todo
sublima cada día más y más este amor. ¡Purifica mis ansias, mis anhelos,
Señor! y haz que este ardor de mi corazón se trueque en una sed intensa de
unión contigo, Dueño amado de las almas, de intenso renunciamiento. Vivir
solo para Tí, por Tí y en Tí.
- Si es necesario, Señor, arranca mi corazón,
lo que tu quieras, si ya no es mío. ¡Toma, Señor, que es tuyo este pobre
corazón!
- ¡Tengo sed de su amor! Un ansia extraña de
entrega total, de inmolación silenciosa y escondida.
Oración
Santísima Trinidad, Padre,
Hijo y Espíritu Santo, que te complaces haciendo tu morada en el corazón de los
hombres; te damos gracias por haber hermoseado a tu sierva María Felicia
con el fuego de tu amor, impulsándola a gastar su juventud en el apostolado
laical y en la inmolación en la vida contemplativa. Te alabamos y bendecimos,
porque, con su ejemplar figura, nos manifiestas tu bondad de Padre y Amigo, y
las ilimitadas exigencias del verdadero amor. Te rogamos nos concedas por su
intercesión, la gracia que ahora te suplicamos, si es para tu mayor gloria y
bien de las almas. Amén.
(Fuente: corazones.org)
Una GRANDE!
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