viernes, 20 de junio de 2008

Ser sal de la tierra y luz del mundo

La vocación cristiana es la llamada de Cristo a seguir su misión

El Papa Juan Pablo II ha dicho que “toda vocación cristiana encuentra su fundamento en la elección gratuita y precedente de parte del Padre. Él, como podemos leer en la Carta a los Efesios, nos eligió en Cristo para que fuéramos su pueblo... él nos destinó a ser adoptados como hijos suyos, por medio de Jesucristo. La historia de toda vocación cristiana es la historia de un inefable diálogo entre Dios y el hombre, entre el amor de Dios que llama y la libertad del hombre que responde a Dios en el amor”.

¿Cómo puedo saber qué quiere Dios de mí?

Para ser “sensibles” a la vocación es necesario “estar en la onda de quien nos llama”, esto es:
Descubrir que Dios es nuestro Padre. Dios no es un concepto, una idea, una fuerza anónima o un elemento de la mitología mas o menos fantástico. Dios, así nos lo vemos en el Antiguo Testamento y así nos lo presenta Jesús, es un ser personal, vivo, que ama y dialoga con sus criaturas. Y a quien en presente le presentamos nuestras súplicas, le damos gracias y le sentimos cerca.

Profundizar en el conocimiento de Jesucristo; tomar la determinación de seguir sus huellas, abriendo nuestra vida a la salvación y vivir la fe cristiana, es decir, vivir comprometidos con Cristo Jesús y fiándonos plena y gozosamente en él.
Es necesario ser sensibles a los problemas de nuestros semejantes, problemas materiales como la pobreza, la marginación o la injusticia, pero también problemas espirituales como pueden ser el hambre de Dios o la falta de valores, con la seguridad de que en nombre de Jesús también nosotros podemos tener una palabra o un gesto eficaz de salvación para nuestro mundo.
Con todo lo que hemos dicho resulta fácil afirmar que todo proyecto de vocación cristiana pasa por pertenecer a la iglesia, es decir, formar parte de una comunidad de hombres bautizados, hombres y mujeres que han aceptado el proyecto de Jesús en sus vidas y se esfuerzan por vivirlo cada día de forma más plena.
En nuestra Iglesia, además, cada uno tenemos un puesto único. Dios acostumbra a llamar por nuestros propios nombres. Cada uno tenemos una responsabilidad. Cada uno debemos preguntarnos:

Señor, ¿qué quieres que haga?

La Iglesia tiene una misión de salvación en el mundo. Pero cada cristiano vive esa misión de una forma concreta según la llamada de Dios. Así lo dijo san Pablo en su carta a los Efesios (Ef. 4,11-13).
De acuerdo, yo quiero seguirte; pero ¿por dónde?

En la Iglesia existen tres caminos de realización de la gracia del Bautismo. Tres vocaciones necesarias para la vida de la misma. Tres caminos de realización cristiana:
LA VOCACIÓN SEGLAR
El Sacramento del bautismo es una llamada de Dios a participar del ser y de la misión de Jesucristo. Es una llamada a la configuración progresiva con Cristo.
Esto le da al seglar una capacidad de ser otro Cristo en el mundo. Allí donde un cristiano realiza su misión conscientemente está presente la Iglesia de Jesucristo.
El campo de acción del seglar es el mundo: la vida profesional, el centro de estudios, el barrio, la política, la familia etc...
LA VOCACIÓN A LA VIDA CONSAGRADA
Dios llama a hombres y mujeres a seguirle radicalmente con un estilo propio de vida.
Son cristianos que quieren seguir a Cristo en pobreza, no tener nada propio, sino al servicio de los demás; obediencia, vivir en disponibilidad total a la voluntad de Dios mediatizada en los superiores y la castidad, no formando una familia, pero dándose en un amor universal. Y todo ello viviendo en comunidad, es decir, en familia, entre hermanos.
Esta vocación se desarrolla con matices propios según el carisma del Fundador de una u otra congregación o instituto de vida consagrada. Los Fundadores han sido profetas que han sabido seguir a Jesucristo radicalmente en una época histórica concreta. Podemos recordar a muchos, por ejemplo Francisco de Asís, Teresa de Jesús, Ignacio de Loyola, Vicente de Paúl, Teresa de Calcuta, etc...
LA VOCACIÓN SACERDOTAL
El sacerdote es un hombre llamado por Jesús a ser todo para todos. Es un ministerio que se realiza como colaboradores del Obispo, sucesor de los Apóstoles. El sacerdote recibe el sacramento del Orden Sacerdotal mediante la imposición de las manos. Este gesto, realizado desde el principio por los Apóstoles, le une a una cadena sucesiva de hombres que han guardado la fidelidad a la tradición de la Iglesia; es decir, han querido ser fieles a los orígenes del cristianismo.
El sacerdote tiene en la comunidad tres funciones:
Predica la Palabra: Habla en nombre de Jesucristo para que quienes le escuchan le conozcan y se puedan convertir a él.
Preside los Sacramentos: Actúa en nombre de Jesucristo ante la comunidad.
Preside la Eucaristía en la que proclama la Palabra de Jesús y parte y reparte a la comunidad el Cuerpo de Cristo, perdona los pecados, en nombre de Dios, y así en los demás Sacramentos.
Es Pastor y Guía del Pueblo: Aconseja, reprende, ilumina la fe, etc. Es decir, es el buen pastor que conoce a las ovejas y estas le conocen a él.
Tengo dudas, no sé qué hacer
Si te inquieta vivir tu vocación cristiana, se sincero, paciente, humilde y valiente contigo mismo y pregúntale a Jesús:
Señor, ¿qué quieres que haga con mi vida?¿Cuál es mi vocación? ¿Dónde y cómo podré servirte a ti y a los demás más y mejor?
La vocación es llamada de Dios. Pero hemos de tener la valentía de ponernos ante Él y preguntarle cuál es su voluntad.
La mayor alegría de un cristiano es poder decir un día: “Gracias, Señor, por encontrar mi vocación”, pues en definitiva ha encontrado su forma concreta de realización.
¿Qué vocación? Eso es cosa tuya y de Dios, pero no olvides que ya hay muchos jóvenes (y algunos no tan jóvenes) que te están diciendo:
¡SOY FELIZ!
¿Y tú?, ¿has empezado a buscar?, ¿has encontrado tu vocación?, ¿TE HAS DECIDIDO?
Pero, sobre todo, no lo olvides, ÁNIMO, pues el resultado de tu búsqueda es tu camino para alcanzar la felicidad, y seguramente la de muchos más.

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