Virtuosa por excelencia, humilde, amable y de mucha modestia, desde muy joven demostró su amor incondicional a Dios, el cual pregonaba, sintiendo la necesidad de ingresar a la vida religiosa, siendo su mayor anhelo llegar a la santidad, estando consciente que para llegar a ser santa, había que experimentar el sufrimiento, que es el que nos permite confiar mas en Dios. Tanto era su amor que al ofrecer flores al Señor si éstas tenían mas punzantes las espinas, era mas melodioso su canto.
Llegó a convertirse a los quince años en la novicia mas joven del convento de Carmelitas de Lisieux, en donde pasó por momentos en que no tenía certeza sobre su vocación, logrando salir airosa.
Amaba la naturaleza, socorría a los enfermos, con un alto grado de solidaridad hacia el prójimo al cual evangelizaba constantemente, haciéndole ver que Jesús amaba las almas que confiaban en El, aún cuando estuviesen llenos de imperfecciones y que El requería de nuestro amor, recordándole siempre que lo que ofende a Jesús es la falta de confianza en El.
Su crecimiento espiritual lo demostró desde su infancia por los hermosos sacrificios que hacía y que la ayudaban a crecer en el amor a Dios; su mayor grandeza se percibe en considerarse tan pequeña a pesar de poseer pensamientos muy elevados.
Penetró en lo mas íntimo del Evangelio, no se cansaba Teresita en invitar a buscar a Dios y tener confianza como un niño pequeño en los brazos de su padre. A pesar de su corta existencia nos deja hermosos escritos; fue testimonio de vida, demostrado a través de su palabra y de su obra que la llevó a ganarse el mas alto mérito: el de la santidad, huella verdadera que todo ser humano debe imitar.
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