"Se trata –dijo el Papa- del mismo camino trazado por Jesús, que tantos santos se esforzaron en recorrer, sabiendo sus límites humanos. En la existencia terrena fueron pobres en espíritu, doloridos por los pecados, mansos, hambrientos y sedientos de justicia, misericordiosos, puros de corazón, operadores de paz, perseguidos. Y Dios los hizo partícipes de su misma felicidad: la han pregustado en este mundo y la gozan en plenitud en el más allá. Es ahora que son consolados, herederos de la tierra, saciados, perdonados, ven a Dios. En una palabra, de ellos es el Reino de los Cielos".
Fuente: Zenit
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