Gn 22,1-2.9.15-18 El sacrificio del amor
Un bien que apreciamos, un logro alcanzado con esfuerzo, un detalle que cuidamos con cariño… son tesoros valiosos con los cuales esperamos nadie se meta o nos pida explicación… mucho menos que intente que los entreguemos sin nada a cambio, como gesto de aprecio o de libertad.
Abraham, padre en la fe, quizá por su confianza en Dios y la aceptación de las promesas bien arriesgadas de parte de Dios: descendencia cuando ya han pasado los años y las fuerzas son pocas, padre de un pueblo cuando no tiene hijo alguno… es una apuesta aventurada para lo que viene, pero en este mutuo conocimiento de Dios a Abraham y viceversa, la familiaridad y cordialidad en el trato les hace realizar “negocios” de mucha audacia… y hoy encontramos uno: después de tanta espera de un hijo, al cual ve crecer y madurar, le propone Dios que lo entregue de manera incondicional. Abraham no duda y con confianza y fidelidad esta dispuesto a sacrificar la vida de su hijo amado, y allí en dicha ofrenda aparece la respuesta de Dios y le devuelve todo, sin una herida y sin un rasguño!. La experiencia de la libertad en momentos de entrega de los afectos permite experimentar la fidelidad de Dios a lo mejor de la vida del ser humano y a descubrir la confianza para vivir la vida de forma plena y sin ataduras. Que miedos y temores nos habitan e impiden de tal forma arriesga. Muchos cristianos son personas miedosas, prevenidas y en ocasiones que creen que Dios les va a quitar lo que les ha dado… lo único que quiere y desea es que vivamos en libertad; sin apegos a cosas, ideas, estructuras, personas… para amar y servir.
Rom 8,31b-34 ¿Quién está contra nosotros? Si Dios está con nosotros.
En determinadas ocasiones la vida permite hacer propuestas de fidelidad a la amistad o promesas de amor eterno o de no fallar en nada… ojalá cuando llegue el momento de dar la cara a lo propuesto se haga con valentía y generosidad y no ser inferior al compromiso libremente asumido. No se pueden manejar las condiciones en las cuales se puede dar cumplimiento a lo prometido, simplemente por cambios o imposibilidades en el momento de la prueba o crisis y más hoy cuando todo parece ser relativo y sin compromiso alguno.
Cuando las cosas dependen de nosotros solos, no podemos saber la calidad de la respuesta. Si a la confianza y seguridad de lo que quiero le sumo la incondicionalidad de Dios, las cosas son a otro precio: porque Don Mi Dios y yo mayoría aplastante, puesto que es sumar a mi deseo una fuerza mayor y una potenciación fuerte de lo que quiero, por eso hay mayor valor para la lucha, capacidad de riesgo en la dificultad, no hay miedo o temor ante lo que se presente en el horizonte, todo se enfrenta y se asume.
Mc 9,2-10 La transfiguración: resplandores y secretos con preguntas
Ir con Jesús implica en determinados momentos subir a donde no está previsto, y son las ocasiones en las que la vida se pone cuesta arriba. Existen momentos en la amistad para estar y disfrutar con los amigos, para compartirlo todo, y en medio de los problemas que se dan a conocer, (se dicen secretos que necesita confidentes), más allá del desconcierto por lo que se dice y la aparición de miedos, temores, preocupaciones, malos entendidos e interrogantes se deja comprender lo que vivimos. La transformación que obra Dios en el amigo no la captamos, y la respuesta es la sensación de “estar o sentirse bien”, como forma espontánea de no saber lo que se dice y lleva tiempo comprender y asimilar lo recibido. Si nos observamos a nosotros mismos y observamos a nuestro alrededor coincidiremos en que estamos muy metidos en el “mundo”, y “en nuestro mundo”; que necesitamos un poco de aire puro, y sentir la fragancia de frescura y vida plena. Estamos tan atrapados o absorbidos por preocupaciones que no sabemos, ni somos capaces de salir de ellas. Estamos tan preocupados con nuestros problemas, que los agrandamos enormemente, perdiendo la visión de conjunto y hay que bajar a la realidad con secretos que llevan tiempo comprender. Escuchamos tantas palabras, tantos ruidos, tantas “canciones”, que necesitamos con urgencia un poco de silencio. Por otra parte vivimos tan confortablemente, tan divinamente en nuestro bienestar, que no estamos dispuestos a hacer el más mínimo esfuerzo por salir a la búsqueda de Dios. ¿Por qué subir a la montaña si se está bien en el valle? ¿Para qué buscar a Dios si me va estupendamente: con mis pequeños dioses?
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