viernes, 15 de mayo de 2009

La Experiencia Teresiana de Oración

La oración Cristiana es un misterio y, por lo mismo, muy difícil de definir. De ahí las múltiples y variadas definiciones que se han ido dando de ella a lo largo de la historia.
Teresa nos dará su propia definición. Ella parte de su experiencia personal, iniciada desde niña, su curva orante va describiendo oscilaciones al compás de veleidades de juventud o fervores de vocación, salud o trato con distintas gentes. Deseosa siempre de amar y de sentirse amada, topa a la hora de centrar su corazón en el Señor con 3 dificultades básicas: una psicológica (la incapacidad de meditar, debido a lo vivo de su imaginación) otra pedagógica (la carencia de maestro que le enseñe a orar) y una última de tipo existencial, o de incongruencia entre su vida real y la que sentía en la oración que debía llevar.

Tocada por una gracia singular, Teresa descubre en la dinámica de la amistad, el verdadero secreto para saltar todos los obstáculos para su relación con Dios. Hasta asegura que “no es otra co
sa oración mental sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama” (V8,5)
A partir de aquí la santa equipara dos verbos: amar y orar. Y siendo esto así, las consecuencias que se desprenden de este modo de concebir la oración son clarísimas:

1- Orar será algo apto para todos los públicos; ya que si no todos son capaces de reflexionar o discurrir, lo que sí podrán todos es amar (F5,2)
2- Concibiendo la oración como un trato interpersonal, ya no importará tanto el QUÉ se hace o dice o trata en ella, cuanto el CON QUIÉN se establece tal relación. Orar será según esto, mucho más un trato entre personas que un trato de negocios.
3- Un concepto tan dinámico y tan vivo como es el amor, borra de este estilo de oración todo peligro de estancamiento o alienación. Amar al otro a la vez que uno mismo se siente amado por él, querrá decir que todo lo mío es suyo y viceversa. A la Teresa de Jesús corresponderá un Jesús de Teresa. Y esta se desvivirá por lo que ella llama negocios de Dios.
4- Por si fueran pocas las ventajas de esta concepción orante, con ella se esfuman imaginaciones, distracciones, etc. que tanto trabajo dieron a la santa y siguen dando a muchos creyentes a la hora de concentrar en Dios su pensamiento. En lo sucesivo orar equivaldrá a ESTAR –o mejor aún- a QUERER ESTAR muchas veces, y a solas, con quien sabemos nos ama. Y este acto inicial de voluntad –de QUERER ESTAR- será el único determinante de si hacemos o no hacemos oración.
5- En fin, la ecuación oración= amistad urge y relativiza, a la vez, los tiempos de oración. Los urge, porque quien ama, tiende a buscar constantemente al ser amado. Y los relativiza, porque el verdadero amador, en todo lugar y tiempo encuentra ocasión para hacerlo.
6- Nadie crea que esto es cosa fácil. De ordinario vivimos muy despistadas, fuera de nuestro Castillo interior. Y la oración no es sino la puerta para penetrar en él. Pero el viaje hacia nuestra propia interioridad requiere ciertos presupuestos que nunca se logran sin resistencia.

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