viernes, 14 de agosto de 2009

REFLEXION PARA VOS JOVEN


Se presentaron a Jesús un grupo de jóvenes, entre quince y dieciséis años, todos ellos de muy buenas familias. Jesús iba de camino, y los jóvenes asistían a unas convivencias cristianas.
Ellos le preguntaron: «Maestro, ¿qué tenemos que hacer para ser unas personas dignas y ganar el cielo?».
Jesús les respondió: «Ya saben los mandamientos?...».
«¡Claro que sí, Maestro! Los cumplimos desde que éramos niños... El 6° y el 9° nos resultan algo más difíciles, pero ya sabes lo que son hoy las ocasiones...; de todas maneras, nos confesamos a su debido tiempo».
Jesús, entonces, mirándoles a todos con cariño, uno a uno, y viendo el afán que tenían de agradarle, les dijo: «Una cosa les falta: me han encontrado a mí, y yo los llamo para que me sigan. Pero háganse a la idea de que yo voy de camino, y que están demasiado cargados de cosas como para poder seguirme. Sin embargo, les daré algunas sugerencias para que puedan empezar el camino».

Y fue acercándose a cada uno personalmente.
A unos cuantos les dijo: «Entra en un grupo cristiano y en él encontrarás fuerzas para seguirme».
Y le respondían así: «No puedo: me coincide con la informática, el inglés, las lecciones de guitarra, los entrenamientos... Tengo que estudiar. Ya estuve en uno, y fue una chorrada...».
A alguno que gastaba bastante dinero le invitó: «Da la mitad del dinero que gastas a la semana a quien lo necesita más que tú».
Y la respuesta: «Tengo que alternar con los amigos. Ellos también me invitan, y no puedo quedar como un pobretón. Al fin y al cabo, ¡es mi dinero!».
A otro «muy marchoso», que estaba todo el día con los auriculares puestos, le dijo: «Acostúmbrate al silencio. Así podrás oír la voz de quien te necesite». Pero él le respondió: «Tengo horror al silencio. Además, hay que vivir con ritmo. Me chiflan los "40 principales"».
También hubo algunos a los que dijo: «Tú tienes madera de profeta, porque yo te la he dado: déjalo todo, incluso el matrimonio, y conságrate totalmente a trabajar por mi Reino». Y así fue la respuesta: «Señor, me han dicho que para ser un buen cristiano no hace falta ser cura o fraile. Además, ¿te has dado cuenta que muchos de ellos viven mejor que nadie? Por otra parte, cuesta tanto dejar la familia, mi independencia, poder divertirme a gusto...».
Había alguno muy estudioso que no tenía tiempo tampoco para dedicarlo ni a los amigos, y a éste le dijo: «Conténtate, si es preciso, con menos nota: dedica una buena parte de tu tiempo para las personas y no sólo a los amigos, sino a compañeros y otras personas a quien puedas ayudar en algo, aunque no sea más que acompañarlas».
«Pero, Señor -respondió-, sería humillante para mí sacar menos nota que la que puedo. ¿Y mi futuro? He de prepararme bien... No puedo defraudar a mis padres».
Y así fue haciendo sugerencias que iban, todas ellas, más allá de los diez mandamientos, y que tenían que ver con la propia disponibilidad, o con el perdón, o con el trabajar por la paz, o con el compartir las cosas personales..., o con todas ellas a la vez.
Y uno por uno, la mayoría se sentían contrariados al oír lo que Jesús les pedía, pues en realidad estaban muy llenos de sí mismos, y no querían cambiar. Así que terminaron la Convivencia y se fueron a casa igual que habían venido, pensando para sus adentros que ya hacían bastante...
Entonces Jesús, mirando a su alrededor, dijo a los que le seguían:
«QUE DIFICIL LES VA A SER A LOS RICOS ENTRAR EN EL REINO DE DIOS».

Antonio Botana

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