sábado, 5 de septiembre de 2009

Del milagro al Reino

El comentario a las lecturas de este domingo se nos puede quedar en una especie de admiración prolongada ante el poder de Dios que se manifiesta en Jesús. Estamos ante una persona capaz de hacer milagros, de romper el orden de la naturaleza para devolver la salud al que sufre. Es obvio que esa persona tiene un poder especial, superior a lo que pueden hacer los que le rodean. Es el signo de que esa persona viene de Dios o es Dios.
Curiosamente, por este camino terminaríamos dejando de lado al sordomudo, al que sufre, para fijarnos casi exclusivamente en Jesús. Él es el que manifiesta su poder, el que nos hace asombrarnos. Se diría que el objetivo del milagro es abrirnos los ojos para que caigamos de rodillas ante su poder divino.
Pero conviene leer el Evangelio desde la segunda lectura, desde la carta de Santiago. El autor de estas cartas tiene una perspectiva muy concreta de los problemas que se dan en la comunidad cristiana y pone ejemplos que todos podemos entender। Afirma que, desde el Evangelio, todos tenemos una radical igualdad. Si hay alguien que tiene la prioridad, es precisamente el pobre. No se refiere a la pobreza espiritual ni nada de eso. En su ejemplo, se centra en la dimensión de la riqueza. Parece que a uno, al rico, le daban en aquella comunidad un puesto reservado mientras que al otro, al andrajoso, le dejaban de pie o lo sentaban en el suelo.... (para seguir leyendo hacé clic en el título)

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