UN HECHO DE VIDA
Yo, ni me lo había planteado. Si hace diez años me hubieran dicho que yo sería cura lo hubiera tomado como una majadería porque, antes, ni por el forro hubiera podido pensar que podría llevar esta vida que llevo ahora
Yo conocía a algunos curas de la catequesis de mi parroquia, de las misas y de todo eso. Estuve en un grupo majo que se formó para confirmarnos. Nos llevábamos bien. Nos enrollábamos bastante pero, en general, estábamos a gusto. Salidas, convivencias, y reuniones, sobre todo reuniones. Pero bien. Nos estábamos planteando en serio lo de ser cristianos y ya empezábamos a ver algunas cosas para hacer por los demás.
Uno de los curas de la parroquia solía venir de vez en cuando a estar con nosotros. Alguna vez venía también a las convivencias pero casi siempre tenía que hacer otras cosas y no se podía quedar todo el fin de semana. Siempre andaba de prisa, sin tiempo. Cuando yo era un crío había tres curas en mi parroquia pero cuando estábamos ya para confirmarnos sólo quedaba él y no daba abasto porque uno se había jubilado y el otro dejo de ser cura y se había casado.
En el grupo, alguna vez, los monitores nos hablaron de los curas y las monjas. A nosotros nos parecía muy bien y muy necesario que hubiera gente así dedicada a los demás en las parroquias, en los colegios y en las misiones, pero ninguno de nosotros había sentido por dentro esa vocación.
Un día, -recuerdo que fue un sábado por la tarde en una convivencia y me acuerdo hasta del día y de la hora- después de la eucaristía, el cura que había venido para celebrarla se me acerco y me dijo que quería hablar conmigo un rato. Fuimos a pasear por la carretera del pueblo y me soltó que yo podría ser cura. Me dijo que me había visto en el grupo y que me conocía desde la catequesis y que quería que yo me lo pensara. Hablamos de la falta de curas y de la necesidad de que hubiera gente así, con esa misión en las parroquias y en los grupos. Yo le dije que sí veía necesario que hubiera curas pero que yo no tenía esa vocación porque nunca, ni en sueños, había sentido ninguna llamada en mi interior y que, sin embargo, sí sentía que me gustaban las chavalas. El me explicó que la vocación a ser cura no es una llamada que uno tiene sino una llamada que a uno le hacen porque la Iglesia lo necesita.
Estuvimos hablando un rato largo y yo, desde entonces, no lo pude olvidar. En casa o en la misa, en el grupo o en el Instituto, de vez en cuando me venía la idea de ser cura.
Al final lo planteé en el grupo. Cuando lo dije, lo tomaron a choteo pero luego se pusieron serios y salió una reunión muy maja. La mayoría dijeron que bien, que les parecía bien que me lo planteara; que ellos creían que lo podría hacer bien. Hubo alguno y alguna que no quisieron opinar; dijeron que era una cuestión muy personal.
Lo planteé en mi casa y a mi familia, aunque son creyentes y van a Misa, no les agradó la idea de tener un hijo cura. Me dijeron que primero eran los estudios y que lo pensara más despacio; que para ser bueno no hace falta hacerse cura. Luego, se han ido convenciendo y ahora, están más contentos que yo.
Y así fue rodando la cosa desde aquél Sábado por la tarde. Me puse en contacto con el Seminario; me invitaron a unas convivencias con otros chavales que, como yo, se lo estaban planteando y ahora aquí estoy.
No sé muy bien por qué. A veces creo que no valgo y me tengo que fiar de lo que dicen de mí los que viven conmigo y me conocen. Sólo pienso en ayudar a la comunidad cristiana siendo cura entre ellos y para ellos y sólo espero que Dios me ayude para hacerlo bien. Esta es mi historia
Si hace diez años me hubieran dicho que yo iba a ser cura seguro que habría respondido: ¿Yo cura? No, gracias.
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