Jn 8, 1-11: Quien esté sin pecado, que tire la primera piedra
La invitación a la conversión tiene que llegar a cuestionar nuestras relaciones comunitarias.
La conversión también es una invitación comunitaria. En este tiempo hemos reflexionado sobre medios para convertirnos personalmente, el Evangelio de hoy nos trae invitaciones a una conversión comunitaria: renovar actitudes que están enquistadas socialmente y que nos dañan como ciudad, como Nación.
Una familia, un pueblo no se construyen con jueces sino con hermanos que saben sostenerse en las caídas.
A los fariseos no les importaba la mujer pecadora. Sólo querían dañar. Se ponían como jueces . ¿Cuántas veces nos colocamos como jueces de nuestros familiares, de nuestros vecinos? ¿Nos interesa lo que le sucede al otro o sólo queremos “probarlos”?
Cuando actuamos de esta manera algo se rompe en nuestro mundo de relaciones. Se va resquebrajando la confianza, el trato cotidiano y amable, la cercanía. Se va enfermando el entorno, lo que nos rodea y los que nos rodean.
Como argentinos debemos cambiar la mentalidad de cargar siempre las culpas sobre los demás. Dejar de arrojar piedras sin asumir las propias responsabilidades. ¿Cuántas piedras tenemos en nuestras manos? ¿Cuántos juicios emitidos sin ningún tipo de consideración?
“Aquel que no tiene pecado que arroje la primera piedra”. Con esta frase Jesús pretende quitar una venda que solemos llevar en nuestros ojos: la de no reconocer nuestro propio pecado. Es una invitación a reconocer que todos somos débiles.
Cuando seamos capaces de reconocer nuestros errores entonces el otro también lo hará. Esta actitud sanaría muchas de las heridas que tenemos como sociedad.
“La Patria es un don que hemos recibido, la Nación una tarea que nos convoca y compromete nuestro esfuerzo. Asumir esta misión con espíritu fraterno y solidario es el mejor modo de celebrar el Bicentenario de nuestra Patria.” Recordaban los Obispos en estos días de un modo especial a todos lo poderes de la Nación y a cada argentino. Antes que arrojar piedras para destruir hay que levantarlas para construir.....(para seguir leyendo hacé clic en el título)
Pbro Raúl Frega(Río Cuarto)
Una familia, un pueblo no se construyen con jueces sino con hermanos que saben sostenerse en las caídas.
A los fariseos no les importaba la mujer pecadora. Sólo querían dañar. Se ponían como jueces . ¿Cuántas veces nos colocamos como jueces de nuestros familiares, de nuestros vecinos? ¿Nos interesa lo que le sucede al otro o sólo queremos “probarlos”?
Cuando actuamos de esta manera algo se rompe en nuestro mundo de relaciones. Se va resquebrajando la confianza, el trato cotidiano y amable, la cercanía. Se va enfermando el entorno, lo que nos rodea y los que nos rodean.
Como argentinos debemos cambiar la mentalidad de cargar siempre las culpas sobre los demás. Dejar de arrojar piedras sin asumir las propias responsabilidades. ¿Cuántas piedras tenemos en nuestras manos? ¿Cuántos juicios emitidos sin ningún tipo de consideración?
“Aquel que no tiene pecado que arroje la primera piedra”. Con esta frase Jesús pretende quitar una venda que solemos llevar en nuestros ojos: la de no reconocer nuestro propio pecado. Es una invitación a reconocer que todos somos débiles.
Cuando seamos capaces de reconocer nuestros errores entonces el otro también lo hará. Esta actitud sanaría muchas de las heridas que tenemos como sociedad.
“La Patria es un don que hemos recibido, la Nación una tarea que nos convoca y compromete nuestro esfuerzo. Asumir esta misión con espíritu fraterno y solidario es el mejor modo de celebrar el Bicentenario de nuestra Patria.” Recordaban los Obispos en estos días de un modo especial a todos lo poderes de la Nación y a cada argentino. Antes que arrojar piedras para destruir hay que levantarlas para construir.....(para seguir leyendo hacé clic en el título)
Pbro Raúl Frega(Río Cuarto)
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