Esta composición de gran valor artístico, ha sido realizada por el taller de iconografía de las Carmelitas Descalzas de Harissa, Líbano, que han trabajado intensamente durante algunos meses apropiándose en la meditación personal de la vida y la doctrina del Beato, para lograr que su obra de arte fuera fruto de su contemplación interior.
Realizado según la técnica tradicional, el icono mide 120 cm. de alto por 80 de ancho; está pintado con colores naturales y expresa el misterio y el mensaje eclesial del Beato.
La figura del Beato, en el centro, se destaca en un fondo dorado intensamente, que expresa que su vida está inscrita en el misterio de la luz divina, objeto a la vez de su contemplación.
Revestido con el hábito del Carmelo, aparece con su vocación original en la Iglesia, que es la de hijo del Carmelo Teresiano. Su nombre, escrito en lo alto de la parte izquierda del icono, según la tradición, nos recuerda que ese nombre está ya inscrito en el Libro de la vida y en el albo de los bienaventurados de la Iglesia.
Su rostro amplio, circunscrito por la aureola de la santidad; su frente ancha significa su inteligencia de los misterios. Su mano derecha se eleva en un gesto que es a la vez de bendición y de intercesión sacerdotal, indicando al mismo tiempo el objeto de su amor y de su contemplación, la Virgen María, figura de la iglesia. Su mano izquierda sostiene una especie de bastón, símbolo de su acción pastoral, con el que aplasta la cabeza del dragón, símbolo del mal, a quien el Beato combatió con su oración y con sus exorcismos. Entre los dedos de su mano izquierda tiene un pergamino blanco, que, según una forma iconográfica tradicional, lo presenta como escritor y fundador. En él se leen estas hermosas palabras: “Lustra obra es la mía y la mía y la vuestra es la obra de Dios”.
En la parte superior derecha del icono, hacia la que se dirige la mirada contemplativa del Beato, se encuentra inscrita en una mandorla, la imagen de la Virgen María, figura de la Iglesia. La Madre de Dios aparece revestida en un amplio manto rojo, que simboliza su santidad, ya que está interior y exteriormente revestida del Espíritu Santo. En el centro vemos la imagen de Cristo. Es el Hijo del Padre y la sabiduría divina, es el Verbo encarnado, Hijo de la Virgen. Está sentado sobre un arco iris que nos recuerda la alianza de Dios con Noé, asumida y perfeccionada en la Nueva Alianza que el Padre ha hecho con nosotros en su Hijo. Con una mano bendice mientras con la otra sostiene el rollo de la palabra, el mensaje de la vida eterna.
La imagen de la Virgen representa su misterio, tal como lo expresa el libro del Apocalipsis 12. Tiene bajo sus pies una luna plateada y alrededor de su cabeza doce estrellas. Sus manos se elevan en actitud orante. Detrás de ella se ven las murallas de la Nueva Jerusalén. María y la Iglesia están perfectamente identificadas, según la intuición del Beato. La inscripción “Mater Ecclesiae” expresa esta identificación.
La contemplación del Beato se dirige así a la Iglesia, a María y a Cristo, Verbo Encarnado.
El cuadro en sí es una clara alusión al solitario del Vedrá. Las montañas son símbolo de la soledad del desierto bíblico, a la vez del Carmelo y del islote donde el ermitaño descubre a su Amada. En el fondo de la cueva tenemos la lámpara que alude a la oración continua y a la vigilancia evangélica. El altar, hecho de doce piedras como las erigidas por Elías en el Carmelo, recuerda la dimensión sacerdotal. El paño rojo que lo cubre representa al amor. El libro de la Palabra representa al libro de los 7 sellos del Apocalipsis, donde aprendió los divinos misterios. El escudo carmelitano alude a la gran vinculación del padre con toda la tradición del Carmelo.
El dragón que lanza su vómito al mar, significa la lucha del alma contra el mal.
L icono del padre fue bendecido solemnemente durante la celebración de las vísperas del domingo 24 de abril de 1988. Actualmente está colocado en la capilla de la Casa Generalicia de las Carmelitas Misioneras en Roma.
P. Jesús Castellano Cervera, ocd +