El profeta Elías aparece en las
Sagradas Escrituras como el hombre de Dios, que camina sin descanso en la
presencia del Señor y que, abrasado de celo, lucha en defensa del culto del
único Dios verdadero. Él recibió en el
monte Horeb la gracia de la íntima presencia del Dios vivo (Re 19, 4-14). Los
primeros ermitaños que iniciaron la vida cenobítica en honor de la Virgen María
en el Monte Carmelo, por el siglo XII, pusieron los ojos en Elías conforme a la
tradición monástica, tomando al profeta junto con la Madre de Dios como modelo
de su vida.
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