viernes, 10 de agosto de 2012

LA HUMILDAD MISIONERA



Juan Pablo II en la Redemtoris Missio nos propone como nota esencial de la espiritualidad misionera la comunión intima con Cristo, porque no se puede comprender y vivir la misión si no es con referencia a Él en cuanto a enviado a evangelizar. A la hora de proponérnoslo como modelo misionero es interesante notar que resalta como actitud fundamental su HUMILDAD… “Tengan los mismos sentimientos de Cristo Jesús. Él que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar
celosamente: al contrario se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres” (Fil 2, 5-7)

Jesús mismo nos pide que lo imitemos cuando nos dice: “…aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón” (Mt 11, 29). Si  esta exhortación está dirigida a todos los cristianos, en el misionero tendrá una traducción particular, porque a él “se le pide renunciarse a sí mismo y a todo lo que tuvo hasta entonces y a hacerse todo para todos” (AG, 24): en la pobreza, que lo deja libre para el Evangelio; en el desapego de las personas y bienes del propio ambiente, para hacerse así hermano de aquellos a quienes es enviado y llevarles a Cristo Salvador. A esto se orienta la espiritualidad del misionero: “Me he hecho todo para todos para salvar a toda costa a algunos. Y esto lo hago por amor al Evangelio.” (1 Cor 9, 22-23).

La humildad misionera implica una actitud de apertura y disponibilidad para aceptar recibir la verdad de aquellos a quienes nosotros intentamos anunciarla. Implica una gran capacidad de escucha para captar la presencia de Dios que se nos presenta e interpela…
(Fuente: “Cómplices de Dios: notas para una espiritualidad misionera”)

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