En este día en que celebramos a
“esta amiga fuerte de Dios” e “Hija predilecta de la Iglesia”, les dejamos este
mensaje del Beato Juan Pablo II sobre ella, sobre el amor profunda a Jesús que
se cristalizaba en amor oblativo a la Iglesia, y que debe ser la experiencia de
todo discípulo misionero de la Iglesia…
Teresa
comprendió que su vocación y su misión era la oración en la Iglesia y por la
Iglesia, comunidad orante, impulsada por el Espíritu para que con Cristo y en
Él adore al Padre “en espíritu y en verdad” (cf Jn 4, 23). Contemplando el
misterio de la Iglesia que en aquellos tiempos “sufría”, sintió el
desgarramiento de su unidad y la traición de muchos cristianos; consideró la
relajación de las costumbres como rechazo, desprecio y profanación del amor. En
una palabra se traicionaba la amistad divina. Los que no aceptaban a la Iglesia
ni vivían con ella, quienes no seguían su Magisterio, rechazaban a Cristo,
despreciaban su amor. De aquí fluye el carácter eclesial de la reforma del Carmelo,
que no se pone como rechazo o constatación, sino que brota de lo hondo de una
“amistad divina”: “Toda mi ansia era… pues tiene muchos enemigos y tan pocos amigos, que
estos fuesen buenos; determiné a hacer eso poquito que era en mí, que es seguir
los consejos evangélicos con toda perfección que yo pudiese, y procurar que
estas que están aquí hiciesen lo mismo” (cf Camino 1, 2).
Por
eso entiende la oración como “un seguir por este camino… al que tanto nos amó”…
Es decir, por la oración nos abrimos a la caridad que el Espíritu Santo ha
derramado en nuestros corazones y nos asocia a Jesús como hermanos y amigos
para clamar con Él “Abba, Padre”. Teresa está convencida que en aquel que ora
en el Espíritu Santo, ora toda la Iglesia.
Por
eso cuando alguien ora, vive de oración, y por ella tiene experiencia de Dios
vivo y a Él se entrega, se abre también a una experiencia más íntima de la
Iglesia en la que Cristo está misteriosamente presente con su gracia; comprende
la urgencia de un fidelidad incondicional hacia la esposa de Cristo y siente en
sus entrañas el deseo de trabajar por la
Iglesia hasta entregar por ella su vida. Cuando la oración, inflamada por el
amor de Dios, se manifiesta como una estrecha amistad con Él, tiende a la
comunión o unión de amor en la que la criatura entrega totalmente su voluntad
al Criador; entonces la amistad se convierte en fermento apostólico, motivo de
gozo por el bien de la Iglesia y de los hombres, clamor poderoso que llega hasta el corazón divino y redunda
en provecho de toda la Iglesia.
(Fuente: Carta del Papa Juan Pablo II al prepósito
de los Carmelitas Descalzos)
Dios debe ser el centro en todos los aspectos de la vida, en una relacion sentimental, en una amistad, en el trabajo. El siempre debe de ser prioridad. Es mejor quedar bien con Dios y no con los hombres. Solo con el y en el podremos ser mejores personas. =)
ResponderBorrarCM: así debe ser Raquel!! Dios es el centro de nuestras vidas y sólo cuando es así hallamos la auténtica felicidad!!! Bendiciones!!
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