Una
mujer decidió plantar un jardín.
Preparo
la tierra y sembró las semillas de muchas y muy bellas flores.
Pero
cuando llegó el momento de que floreciesen, por todo el jardín sólo surgieron
dientes de león.
La
mujer recurrió al consejo de algunos jardineros y trató por todos los medios de
deshacerse de los dientes de león, pero no lo consiguió. Los dientes de león
subsistieron.
Finalmente,
la mujer resolvió dirigirse a una cercana población para hablar con el
jardinero más experto de la comarca.
Aquel
jardinero sabio y diestro había aconsejado a muchas personas y sugirió a la
mujer diversos remedios. Pero ya los había probado a todos.
Durante
largo rato, la mujer y el experto jardinero permanecieron sentados en silencio,
preguntándose cada uno cómo resolver el problema de los dientes de león.
Por
fin el jardinero miró a la mujer, y dijo:
-
“Bueno, pues le recomiendo que aprenda a
disfrutar de los dientes de león”.
La
paz sobreviene cuando uno aprende a quererse a sí mismo y a todas las personas
con cuyas vidas se entra en contacto. Las “flores” bellas y mezcladas se
valoran y estiman y a “los dientes de león” se les debe llegar a querer como si
fueran lindas flores.
(Fuente: “Caminos de santidad: ejemplos que edifican”
Rafael López Melús OC)
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