1) Despréndete de tantas palabras huecas y sin sentido:
llénate de la Palabra de DIOS.
2) Abona tu FE con la participación diaria en la Eucaristía.
Un peregrino, no puede llegar al final de su trayecto, sin saber por qué o por
quién lo hace.
3) Carga tu conciencia con la rectitud del Espíritu. No
caigas en la tentación de pensar que, tu conciencia, es aquello que te da la
posibilidad de realizar o pensar lo que creas conveniente. Deja que Dios la
eduque.
4) Vive con sobriedad estos días. No por tener mucho se es
más feliz. La felicidad la da el uso correcto y sensato de las cosas, no el despilfarro
ni la simple apariencia.
5) Busca, insistentemente, un espacio de silencio. Para lo
que queremos no hay inconvenientes ni cansancio.
6) Recapacita sobre quién necesita de tu comprensión o de tu
perdón. Si estás enojado con alguien, derriba esos muros que los separan. Si,
por el contrario, otros están distantes de ti, no dudes en pedir perdón.
7) Lee, cada noche, un trozo de la Palabra de Dios. ¿De qué
nos sirve una mesa si no se sirve comida? ¿Para qué una valiosa joya si nunca
se luce? La Biblia es la perla más preciosa y, no siempre la más codiciada, en
un hogar cristiano.
8) Haz oración. No pienses que es difícil. Es cuestión de
ponerse. Si fueras a un médico, te diría que el
funcionamiento del corazón es
muy difícil de explicar. Pero, el paciente sin saber tanto, siente que en su
interior se mueve con dos movimientos. La oración es el palpitar de Dios con el
hombre y del hombre con Dios.
9) Bríndate generosamente. Haz algo, aunque sea pequeño, en
favor de alguna causa. Pero, sobre todo, cuando lo realices ofréceselo a Dios.
No te conviertas en un simple miembro de una “ong”. Como cristiano, la fuente
de tu hacer el bien, está en Dios y no el altruismo.
10) Busca la paz. Trabaja por ella en lugares tan cercanos
como el trabajo o la familia. ¿De qué nos sirve añorar la paz en el mundo si,
luego, somos incapaces de conseguirla en nuestros pequeños campos de batalla?
11) Si hace tiempo que no frecuentas el sacramento de la
confesión, haz un esfuerzo. Nuestra vida necesita un contraste, un consejo, una
palabra oportuna. Alguien que, en nombre de Jesús, vaya el fondo de nosotros,
nos cure y nos perdone. A veces, hasta una copa limpia, necesita de una mano
que la deje resplandeciente.
12) Guarda vigilia y ayuno. Nunca como hoy está tan de moda,
diversas recetas para adelgazar: no comer. Pero, la Cuaresma, nos dice que para
hacer fuerte el espíritu, es necesario –en el nombre de Jesús- estos signos que
denotan algo muy importante: LO HACEMOS PORQUE JESUS SUBE A LA CRUZ. Lo
contrario, en el fondo, es debilidad de fe.
13) No te avergüences de ser católico y cristiano. ¿Por qué
todo el mundo dice lo que quiere y nosotros hemos de ser tan prudentemente
peligrosos con nuestro silencio? ¿Por qué tan tolerantes con otras religiones
y, tan poco respetuosos con la nuestra? Las raíces de nuestra tierra,
recuérdalo, revívelo y manifiéstalo, son cristianas. ¡De ti depende!
14) Si vives bien y, además, arropado por el dinero, piensa
que es una bendición de Dios. Comparte, algo por lo menos, con los necesitados.
Una organización católica, tu parroquia, etc., serán el mejor cauce y el más
seguro camino, para –no solamente hacer limosna- sino, además promover la
justicia.
15) Siéntete a gusto en tu Iglesia. Pide por ella. Por el Papa,
los obispos, los sacerdotes. En medio del desierto que estamos viviendo,
también el maligno nos invita a dudar, a abandonar engañándonos. Ni sus
representantes son tan buenos como quisieran ni, por supuesto, tan mediocres
como algunos nos los pintan. Ama a tu Iglesia. Da la cara por ella.
(Fuente: Padre Javier Leoz)
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