El Sábado Santo, con los sagrarios vacíos y las imágenes
cubiertas, es una oportunidad para meditar en lo que es la ausencia de Dios, en
la fealdad del pecado, que nos aleja de Dios, nos hace perder la visión
sobrenatural de los acontecimientos y la oportunidad de llegar al Cielo.
Este día debemos acercarnos a la confesión que nos perdona
los pecados y nos da la fortaleza para superar las tentaciones. La unión con
Cristo nos da alegría, paz y serenidad en todos los momentos de la vida.
María es una mujer de admirarse, una mujer que a pesar de
haber perdido a su hijo, con su inmensa fe
convencía a los apóstoles de que
Cristo iba a resucitar.
Digámosle a María que Ella es el modelo que queremos seguir.
Tratemos de vivir en nuestra vida la verdadera devoción de María, que consiste
en imitar sus virtudes: fe, esperanza, caridad, humildad, obediencia y su
colaboración con el plan de Dios. Hoy podemos ofrecer a la Santísima Virgen
nuestras vidas y decirle que el sacrificio de su hijo Jesucristo y su dolor no
fueron en vano.
(Fuente: vive la semanasanta.com)
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