Inicios
Desde el Brasil partió la imagencita de la Virgen de
Luján, hoy venerada en la Basílica. Los acontecimientos se remontan al siglo
XVII, cuando Antonio Farías Saa, un hacendado portugués afincado en Sumampa, le
escribió a un amigo suyo de Brasil para que le enviara una imagen de la la
Virgen en cuyo honor quería levantar una ermita.
En el año 1630 –probablemente en un día del mes de mayo–
una caravana de carretas, salida de Buenos Aires rumbo al norte llevando dos
imágenes, las que hoy conocemos como 'de Luján' y 'de Sumampa'. La primera
representa a la Inmaculada y la segunda a la Madre de Dios con el niño en los
brazos. Inmediatamente ambas imágenes emprendieron un largo viaje en carreta
con la intención de llegar hasta Sumampa...
Aquí me quedo, decidió la Virgen
En aquel tiempo, las caravanas acamparon al atardecer. En
formación cual pequeño fuerte, se preparaban para defenderse de las incursiones
nocturnas de las bestias o los malones de los indios. Luego de una noche sin
incidentes, partieron a la mañana temprano para cruzar el río Luján, pero la
carreta que llevaba las imágenes no pudo ser movida del lugar, a pesar de
haberle puesto otras fuertes yuntas de bueyes. Pensando que el exceso de peso
era la causa del contratiempo, descargaron la carreta pero ni aún así la misma
se movía. Preguntaron entonces al carretero sobre el contenido del cargamento.
"Al fondo hay dos pequeñas imágenes de la Virgen", respondió.
descargar uno de los cajoncitos, pero la carreta quedó en su lugar. Subieron
ese cajoncito y bajaron el otro, y los bueyes arrastraron sin dificultad la
carreta. Cargaron nuevamente el segundo y nuevamente no había quien la moviera.
Repetida la prueba, desapareció la dificultad. Abrieron entonces el cajón y
encontraron la imagen de la Virgen Inmaculada que hoy se venera en Luján. Y en
el territorio pampeano resonó una palabra que en siglos posteriores continuaría
brotando de incontables corazones: ¡Milagro! ¡Milagro!
La "Patroncita Morena"
De común acuerdo, se decidió llevar el pequeño cajón a la
vivienda más cercana, la de la familia de Don Rosendo de Oramas, donde la
imagen fue colocada en lugar de honra. Enterados del prodigio, muchos vecinos
acudieron a venerar la imagen y, al crecer la concurrencia, Don Rosendo le hizo
construir una ermita donde la Reina de los Cielos permaneció hasta 1674.
Se la llamó 'La Virgen Estanciera' y la 'Patroncita
Morena'. El negro Manuel, un pequeño esclavo negro que trabajaba en esa
estancia fue testigo de toda esa maravilla. Viendo sus patrones el intenso amor
que demostraba a la Virgen, lo destinaron al exclusivo cuidado de la imagen, lo
que hizo hasta su muerte. Se encargaba del orden en la ermita y de los vestidos
de la Virgen, dirigiendo los rezos de los peregrinos. Al fallecer Don Rosendo,
su estancia quedó abandonada, pero Manuel continuó, con santa constancia, el
servicio que se había impuesto.
Muy preocupada con la soledad de la Virgen en esos
parajes, la señora Ana de Matos, viuda del capitán español Marcos de Sequeira,
propietaria de una estancia ubicada sobre la margen derecha del río Luján y muy
bien defendida, no viendo ningún interés de las autoridades civiles y
eclesiásticas, le solicitó al administrador de Don Rosendo la cesión de la
imagen de la Virgen de Luján. Ella le aseguró el cuidado y la construcción de
una capilla digna y cómoda, facilitando la estadía de los peregrinos. Juan de
Oramas, el apoderado, aceptó la oferta y doña Ana de Matos le pagó por la
cesión de la imagen.
Feliz de haber logrado su propósito, la instaló en su
oratorio, pero a la mañana siguiente, cuando se dirigió ahí para rezar,
descubrió con asombro y angustia que la Virgen no estaba en su altar.
Ello volvió a ocurrir varias veces hasta que, el obispo
de Buenos Aires, fray Cristóbal de Mancha y Velazco, y el gobernador del Río de
la Plata, don José Martínez de Salazxar, organizaron el traslado en forma
oficial y con todos los honores que merecía Nuestra Señora, acompañada por doña
Ana y el negro Manuel, quien esta vez acompañó a su querida Señora.
De este modo la Virgen permaneció en su nueva residencia.
Con motivo de esta intervención de la autoridad eclesiástica y confirmado todo
lo acontecido por el prudente prelado, se autorizó oficialmente el culto
público de la 'Pura y Limpia Concepción del Río Luján'.
Un milagro da origen a la
parroquia
Los peregrinos aumentaron notablemente.
En 1677 la señora de Matos donó el terreno donde hoy se
levanta la Basílica. En 1684 llegó a Luján el sacerdote Pedro de Montalvo.
Sumamente enfermo, pidió a la Virgen su curación, por lo que una vez obtenida
quedó como primer capellán, dedicándose por completo a su culto.
El P. Montalvo pertenecía a una noble familia y gozaba de
vastas e influyentes relaciones. Con mucho entusiasmo se dedicó a la
terminación de la capilla con la ayuda de sus relaciones y de las autoridades
coloniales, quienes venciendo obstáculos de toda índole, tuvieron la
inigualable satisfacción de inaugurar en 1685 el nuevo Santuario, al que se
trasladó la imagen en solemne Procesión, el 8 de Diciembre. Así tuvo su primer
palacio la Reina del Plata y su primer custodio oficial, Don Pedro de Montalvo.
Luján, el pueblo de la Virgen, fue creciendo en
importancia y se le otorgó el título de Villa. Alrededor de la capilla surgía
una población para atender a los peregrinos que acudían de lejos. En vista de
ello, el Cabildo Eclesiástico de Buenos Aires constituyó la Parroquia de
Nuestra Señora del Río Luján el 23 de octubre de 1730 y designó al P. José
Andjujar como su primer párroco.
Don Juan de Lezica y Torrezuri
En 1737 vivía en Bolivia un español, Don Juan Lezica y
Torrezuri, español nacido en Vizcaya, quien seriamente enfermo y desahuciado
por los médicos, viajó hasta Luján a pedir su curación.
Comenzó una novena a los pies de la Virgen, con el único
remedio de beber agua traída de un manantial, mezclada con el aceite de la
lámpara de la capilla. El milagro se produjo y, agradecido, volvió a Bolivia.
Nuevamente se dirigió a Luján donde se repitió el
milagro, lo que lo decidió a levantar un templo a María Santísima. El obispo
Mons. Marcellano y Agramont lo nombró "Fundador, bienhechor síndico del
Santuario de Nuestra Señora de Luján". Las obras demoraron 8 años y se
concluyeron en 1762, año en que los cabildantes de Luján eligieron y juraron a
Nuestra Señora como Reina y Patrona. La Virgen protegió en varias ocasiones a
la Villa contra pestes y sequías.
Nuestra primera divisa
El 27 de Junio de 1806, los ingleses invadieron Buenos
Aires; el domingo 1º de Julio se prohíbe la celebración de los cultos a Nuestra
Señora del Rosario con la solemnidad acostumbrada y el Capitán de Navío de la
Real Armada D. Santiago de Liniers y Bremont hace voto solemne a Nuestra Señora
ofreciendo las banderas que se tomasen al invasor de reconquistar la ciudad,
firmemente persuadido de que lo lograría bajo tan alta protección.
Don Juan Martín de Pueyrredón también comienza a
organizar la reacción. Munido de un exorto del gobernador Ruiz Huidobro recluta
voluntarios de la campaña por los establecimientos rurales de Pilar, Baradero,
Morón, Salto, Arrecifes y Luján.
El 28 de Julio los paisanos se reunieron en Luján, sitio
alejado de la ciudad de Buenos Aires, en el que contaban con el apoyo del
alcalde Gamboa y del párroco Vicente Montes Carballo. Después del oficio de la
Misa, recibieron del Cabildo local el Real Estandarte de la Villa, que en una
de sus caras tenía la imagen de la Virgen y en la otra las armas de la Corona,
para usarlo frente a las tropas.
A falta de escapularios, que esos gauchos respetuosos de
la Fé necesitaban como un escudo protector, el cura les entregó dos cintas que
seguramente habrá comprado de prisa en una tienda del pueblo, de colores
celeste y blanco, las cuales, no habiendo uniformes, también servían de
identificación entre los heroicos voluntarios.
La Virgen de Luján y sus colores, divisa y escapulario en
la reconquista de la Patria, ya hace doscientos años.
El P. Jorge María Salvaire C. M.
milagrosamente salvado de los indios
En 1872, cuando la villa estaba floreciente, llegó a ella
como párroco el P. Jorge María Salvaire francés de origen, lazarista o
vicentino.
Dos años después, sus superiores le ordenaron ir a
misionar entre los indios infieles quienes, acusándolo de haber llevado una
peste de viruela, lo apresaron y lo condenaron a morir lanceado.
El se confió a la Virgen y le prometió dedicar su vida a
publicar sus milagros y engrandecer su santuario si se salvaba. Al instante
apareció un joven indio, hijo del cacique, y echó su poncho sobre el Padre, en
señal de protección. Ese indio lo reconoció a Salvaire (le había salvado la
vida en días pasados) y le concedió la libertad.
Fiel a sus promesas, el P. Salvaire redactó su monumental
"Historia de Nuestra Señora de Luján", publicada en 1884.
En 1886 viajó a Europa y allí hizo confeccionar una
corona para la Virgen. La hizo bendecir por el Papa León XIII quien concedió la
autorización para la celebración de su fiesta propia. El 8 de Mayo de 1887 se
realizó la Coronación Pontificia de manos de Mons. de Aneiros.
La construcción de la actual
Basílica
En ese mismo año de 1887 se colocó la piedra fundamental
del nuevo templo. Emprendía así el P. Salvaire la difícil tarea de
"engrandecer" la iglesia de Luján. Del punto de vista humano era una
pretensión descabellada, sobre todo si tomamos en consideración la ofensiva
laicista de aquel momento: obligatoriedad de la escuela laica, matrimonio civil
, extrema escasez de clero.
Además, la Argentina padecía una aguda crisis económica.
¿Cómo lanzarse en esas circunstancias a una obra de tal
envergadura? El P. Salvaire sonreía, pues conocía la providencialidad de la
Virgen sobre estos hechos: poco tiempo después, Monseñor Federico Aneiros
respaldó financieramente su proyecto. ¡Cuántas veces se lo vió salir al padre
los sábados bien temprano, con su valija negra, partiendo hacia Buenos Aires, donde
mendigaba a sus amigos dinero para pagar a los constructores!
Luego de la muerte de Salvaire en 1889, el R. P. Vicente
María Dávani C. M., con mano de hierro y un corazón noble, se hace cargo de la
terminación de la Basílica, en 1922.
Ilustres visitantes
En una larguísima serie de visitantes ilustres, entre
ellos muchísimos próceres argentinos y dignatarios eclesiásticos, se destacan
ilustres eclesiásticos como Juan Mastai Ferreti y el Cardenal Eugenio Pacelli,
más tarde consagrados Papas con el nombre de Pío IX y Pío XII. Ambos
pontífices, son por sorprendente coincidencia, quienes proclamaron los dogmas
de la Inmaculada Concepción y de la gloriosa Asunción de María a los cielos.
El 11 de Junio de 1982, en plena guerra de las Malvinas,
el Papa Juan Pablo II oró ante la Virgen de Luján, a quien entregó la Rosa de
Oro, condecoración que significa una altísima distinción y es conferida por los
Papas a imágenes, personalidades católicas, naciones, ciudades, basílicas y
santuarios.
La Rosa de Oro porta la Bendición Papal, está ungida con
el Santo Crisma y espolvoreada con incienso. Es una rama de rosal con hojas,
flores y pimpollos, realizado en oro puro y colocada en un vaso renacentista de
plata, todo resguardado en un estuche de oropel ornado con el escudo del Papa.
En Abril de 1987 nuevamente Juan Pablo II visitó el
santuario de Luján donde oró por la paz de la Patria.
El Tercer Centenario
En el 1930, el Obispo de La Plata, Monseñor Francisco
Alberti, tuvo el honor de formular a la autoridad pontificia la solemne demanda
de confirmar el vivido y aclamado Patronazgo de la Virgen de Luján sobre la
Argentina, el Uruguay y el Paraguay. Tal hecho sucedió, luego de autorizado,
cuando el 5 de Octubre encontró reunidos a los tres Jerarcas de la Iglesia en
las naciones del Plata, con gran pompa y decoro, mientras el Santuario lucía
sus mejores galas. Los acompañaban la casi totalidad del Episcopado y la
representación de los gobiernos de la Nación y la Provincia. En aquel ambiente
de devoción, los Jerarcas juraron oficialmente el maternal Patronazgo.
Pasóse después a la Plaza Belgrano donde continuó la
ceremonia entre el tremolar de las banderas, los triunfales acentos de las
campanas echadas a vuelo, el cantar incesante de la multitud entusiasmada y mil
detalles más. Luego del discurso de Monseñor De Andrea, Obispo titular de
Temnos, y de exponerse los deberes que entrañaba para el pueblo en el plano
nacional e internacional, recabó ante los presentes el juramento de vasallaje.
Momento de indescriptible emoción y de júbilo fue aquel en que un "Si,
juramos", estentóreo, vibrante y leal partió de mil bocas atronando los
espacios, eternizándose en el tiempo y penetrando hasta el Cielo.
Aciagos tiempos en que la Virgen
de Luján fue a las catacumbas...
Aciagos y tristes días vivía la Patria. A la malevolencia
contra el Clero, trocada en soez calumnia, siguió muy pronto una abierta
persecución. Al frustrado conato de revolución del 16 de Junio de 1955 se
contestó con la quema de Iglesias y la prisión de numerosos Obispos, sacerdotes
y laicos católicos. Nubarrones negrísimos se cernían sobre el cielo de la
Patria. Decreto tras decreto, la persecución se abría constantemente brechas
más amplias. Hablábase incluso de provocar, mediante una completa intervención
del Estado, una ruptura de las relaciones con Roma y la creación de una Iglesia
Nacional, dirigida por una burocracia revolucionaria.
Temiendo que se diera aquel paso hacia la herejía y la
muerte, se tomaron medidas preventivas. Una de ellas tuvo lugar la obscura
noche del 22 de Agosto. Con previa autorización, el Cura Párroco de Luján,
asistido por dos nobles servidores, sacó del trono inseguro de su camarín la
auténtica e histórica Imagen de la Virgen, reemplazándola por una réplica
perfecta, preparada prudentemente de antemano. Levantóse el acta de lo
efectuado, y con precauciones infinitas fue depositada la Imagen en un cajón
dispuesto de antemano, en el que se encerró también el acta.
Un viejo automóvil partió esa noche, con tres sacerdotes,
en el silencio de la cruel persecución que preveían justamente, pues muchos
hermanos habían sido muertos. Bajo pretexto de preparar una salida de caza,
llegaron a la estancia de la familia Tabacco, donde vivían los señor y señora
Tabacco y unos pocos peones. Llenos de lágrimas, dolor y alegría, los dos
ancianos tomaron la responsabilidad de mantener oculta la verdadera Imagen,
jurando silencio. Nadie se enteró de lo acontecido.
Luego de la Revolución Libertadora y la caída del
terrible régimen imperante, el Domingo 27 de Noviembre, a plaza llena, la
imagen volvió en una sorpresiva pero solemnísima procesión a su Basílica,
cuando por fin, el Interventor Municipal de Luján, Capital de Corbeta D. Carlos
Gorostegui, tuvo el altísimo honor de llevar en brazos la auténtica Imagen
hasta las dependencias parroquiales, donde, bajo la celosa pero cálida custodia
del Sr. Obispo, el Sr. Cura la revistió de sus tradicionales galas antes de
restituirla a su Trono.
Los viejecitos Tabacco no quedaron olvidados por su
nobilísima colaboración y fidelidad; el Sr. Cura les obsequió la réplica de la
Imagen que había sustituido esos meses en el Camarín a la auténtica, por ellos,
celosa y amablemente custodiada.
(Fuente:
cruzadadelrosario.org)
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