domingo, 26 de mayo de 2013

Isabel de la Trinidad: un alma enamorada de la Trinidad


“Tengo que alojarme en tu casa”
Es mi Maestro quien me manifiesta ese deseo. Mi Maestro, que quiere habitar dentro de mí, con el Padre y su Espíritu de amor, para que según la expresión del discípulo amado, yo “este en comunón” con Ellos (1 Jn 1, 3). “Ya no sois extranjeros ni forasteros, sino que sois miembros de la familia de Dios”: viviendo en el seno de la serena Trinidad, en mi abismo interior, en esa “fortaleza inexpugnable del santo recogimiento” de que habla san Juan de la Cruz.

Davis cantaba: “Mi alma desfallece al entrar en los atrios del Señor” (Sal 83, 3). Esa creo yo que debe ser la actitud de una alma que penetre en los atrios interiores para contemplar allí a su Dios y entrar en íntimo trato con Él: ante ese Amor todopoderoso, ante esa majesta infinita que mora en ella, el alma “desfallece” y cae
en en un desvanecimiento divino…

¡Y que hermosa es esta criatura cuando se ha despojado y liberado de sí misma! Está ya en condiciones de “preparar la ascensión de su corazón” para pasar de este valle de lágrimas ( es decir, de todo lo que es menos que Dios) “al lugar de su destino” (Sal 83,6-7) a ese “lugar espacioso” que canta el salmista (Sal 17,20) y que es, según yo creo, la insondable Trinidad: “Immensus Pater, immensus Filius, immensus Spiritus Sanctus…!”
(Fuente: “Últimos ejercicios espirituales” Sor Isabel de la Trinidad)

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