Ya nos acercamos a la Fiesta de nuestra Madrecita del Carmelo, por eso te invitamos a preparar junto a nosotras tu corazón para esta fiesta tan hermosa!
María, es la mujer enriquecida con los dones más hermosos de Dios...Pidamosle a ella que nos regale ese hermoso ramillete de virtudes. Y....¡Caminemos juntos hacia la Fiesta!
María, mujer expectante
La verdadera tristeza no es la
que sientes cuando, al caer la tarde, vuelves a casa y nadie te espera; es la
que te embarga cuando no tienes ya nada
que esperar de la vida.
Y la soledad más negra la sientes
no cuando te encuentras con un hogar apagado, sino cuando no quieres
encenderlo, ni siquiera para un posible huésped de paso.
Es decir, cuando piensas que para
ti ha terminado la música. Que han concluido para siempre los juegos. Que
ningún alma viva vendrá a llamar a tu puerta. Que nunca se tendrá la sorpresa
alegre de una buena noticia, ni habrá estupor regocijado por algo imprevisto.
Que ni siquiera te estremecerá el vendaval doloroso de una tragedia humana,
porque, al fin y al cabo, no te queda nadie por quien tengas que preocuparte.
La vida, entonces discurre
monótona hacia una desembocadura a la
que nunca llega …
Alimentar expectativas es sentir
el gusto por vivir.
Alguien ha dicho que hasta la
santidad de una persona se mide por la densidad de sus expectativas. Tal vez es
cierto.
Si es así, hay que concluir que
María es la más santa de las criaturas, justamente porque toda su vida tiene la
cadencia de los ritmos gozosos de quien espera a alguien. Ya el detalle inicial
con que la identifica el pincel de Lucas está cargado de expectativas: “prometida
de un hombre descendiente de David”.
Es decir, novia.
Nadie deja de intuir a qué
situaciones de esperanza y zozobra, alude la palabra que toda mujer oye como
preludio de ternuras. Antes aún de que en el Evangelio se pronuncie su nombre,
se dice de María que era novia. Virgen expectante. A la expectativa de José.
Atenta al crujido de sandalias, cuando caía la tarde y venía a hablarle de sus
sueños.
Hasta el último fotograma con que
María se despide de la Escritura, la sorprende el objetivo en actitud
expectante.
Allí, en la parte superior del
Cenáculo, en compañía de los discípulos que esperan la venida del Espíritu.
Atentos a su aleteo, al despuntar el día, cuando perfumado de unciones y de
santidad, bajaría sobre la Iglesia para señalarle su misión de salvación....
CONTINUARÁ....
(Fuente: “María, Señora
de nuestros días” Antonio Bello)
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